Anden
Y ahí están todos caminando como zombies con una sola idea en la mente, una idea que sólo busca disimular su soledad, nada sino un patético intento de sentirse queridos. Buscando en lo efímero de algunas caricias mustias, esa falta que esta ahí de manera casi ineludible. Y así caminan de un lado al otro del anden intercambiando gestos, regalando sonrisas mil veces regaladas, esperando en el fondo que esta vez sea diferente, pero nunca dispuestos a intentarlo en realidad. Héctor los conoce a todos, a recorrido la ciudad en sus entrañas de norte a sur, después de trabajar, antes de ir a la escuela, los fines de semana. Siempre es la misma rutina, un pantalón deportivo, unos jeans o con ropa de trabajo, da lo mismo. Viaja siempre en el último vagón,- el vagón de atrás-, entre miradas furtivas, roces indiscretos, sexualidades equivocas. La concupiscencia de una ciudad entera, que igual se viste de albañil que de profesionista, que a veces muestra la firmeza de sus carnes ba