Dos partes de la misma historia
I Mientras caminaba de regreso a la casa con el sabor a Julio todavía activo en mis papilas gustativas, la noche estaba transfigurada toda y era la misma, una ligera lluvia aderezaba el paisaje con ese inconfundible olor a tierra húmeda que todo lo alegra. Dos semanas atrás, en una librería de viejo, Julio paseaba los ojos por entre los anaqueles repletos de libros de todos temas. Libros de cinco pesos de pastas amarillas encimados sobre un gastado ejemplar del álgebra de Baldor ya sin media tapa, libros de geografía para bachillerato, la siempre socorrida Ética para Amador y montones de otros libros. En esas estaba cuando escuchó una voz áspera preguntar por un libro de Kundera. Frente a él estaba un joven de apariencia regular, con la barba mal crecida y el cabello ensortijado en un enredijo que más parecía una madeja de estambre enredada que el cabello de una persona, Julio se acercó un poco para ver qué libro iba a comprar el desconocido, al tiempo que reconocía la portada de