De la angustia de los treintas


Deseamos apasionadamente que haya otra vida en la que seríamos lo mismo que somos en este mundo. Pero no reflexionamos en que, aun sin esperar a esa otra vida, ya en ésta, pasados unos años, somos infieles a lo que hemos sido, a lo que queríamos seguir siendo inmortalmente.
  En busca del tiempo perdido. Marcel Proust

            Es frecuente escuchar a las personas hablar sobre una crisis de la edad, hace algunos años, esta crisis se daba en torno a la edad adulta, cuando los individuos rondaban los  cuarenta años y se veían confrontados por su pasado, y sus decisiones. En el presente, con la expectativa de vida creciendo cada vez más, es natural que dichos momentos de crisis, se hayan trasladado a otras edades.

 Los paradigmas de lo que significa ser hombre o mujer en la sociedad actual están cambiando de modo vertiginoso, las expectativas que se tienen sobre cada uno de nosotros son diferentes de las que se tenían hace algunos años y con ello también los momentos en  que los individuos se  cuestionan por su lugar en el mundo.

Es decir las expectativas sociales con las  que cada sujeto  se fue  formando a  lo largo de su  vida, han cambiado y junto con ellas las expectativas que cada individuo tiene sobre sí mismo. Esto significa  enfrentarse cara a cara con el deseo propio y lo que se hace o deja de hacer para satisfacerlo. La crisis de los treintas, no tiene que ver con cumplir treinta, no al menos con los treinta cronológicos, en cambio se relaciona  con lo que significa en nuestra cultura hoy por  hoy convertirse en un adulto.

¿Cómo llegamos a los treinta?

Hay que entender que  estuvo antes de los treinta, para poder entender cómo se llega a los treinta. Pensemos  como son las cosas cuando  se tienen  veinte años; hay todo tipo de expectativas, se comienzan  trabajos, se tienen novias, novios, parejas, comienza entonces una  idealización del propio sujeto.  Ser atractivo no suele costar mucho, después de todo existe algo  en lo biológico  que  la mayoría de las veces  juega en favor del sujeto (ya sea que lo noten o no). Y es en estas circunstancias tan particulares que una creencia florece: cualquier cosa que uno pueda/quiera hacer, hay tiempo para llevarla a cabo. Es decir, existe una idea, que se  genera desde el individuo pero también desde su entorno de: hacer  sólo lo que a uno le corresponde, de que lo bueno está por  venir y  que con lo que se está haciendo  bastará para que "eso" llegue. Así el individuo va construyendo una  suerte de yo engrandecido, que lo "puede todo". Muchos individuos  hacen suyo este mensaje  de que  todo lo merecen y que todo vendrá. Viven despreocupados, salen, se compran un auto, el celular más nuevo; ahorrar o  hacer planes a  futuro es algo que ni por asomo figura en su imaginario. Una  suerte de carpe diem consumista y mal entendido.

Pareciera que en los veintes a los  sujetos  les basta con un esfuerzo mínimo para obtener grandes retribuciones, de hecho esa es la realidad para muchos individuos jóvenes, quienes con un salario muy  bajo tienen auto, salen  de antro cada fin de semana, tienen acceso a una serie de beneficios, que quizá cuando sean más grandes, si siguen con ese trabajo no serán capaces ni siquiera de  cubrir la renta de un departamento.  Así existe todo un sistema donde el sujeto  entra en una suerte de irrealidad y a través de esa irrealidad el sujeto  goza.

En esta irrealidad, en este carpe diem capitalista y en esta creencia de "tu lo mereces todo" el sujeto se interna en un tiempo subjetivo. La crisis de los treinta no  llega a los treinta cronológicos, a veces puede llegar antes; a los  veintiocho, a los veintinueve o quizá mucho mas tarde. Pero  llega sin duda en el momento en el que el sujeto se da cuenta  de la edad que tiene y se pregunta ¿pero cómo se me pasó todo este tiempo? y entonces  viene la angustia de que los cuarenta le llegarán en un parpadeo.

¿Dónde se está a los treinta?

Tras  haber vivido bajo estas ideas de que todo se puede lograr, de que ya habrá tiempo para  todo, ahora el  individuo se da cuenta de que  sigue haciendo lo mismo y está en un trabajo igual o casi igual, que cuando  tenía  veintiuno. Y sabe, que si no hace algo, seguirá en el mismo lugar para cuando tenga cuarenta. En este momento surge un reclamo  interno, esta voz que le dice  al sujeto:  ¿Y todos los planes que tenías?, ¿sigues trabajando en el mismo puesto que hace diez años?, ¿todavía vives con tus papás? ,¿acaso  tú no ibas a lograr esto y aquello?

Ante la angustia entonces  aparecen diversas alternativas con las que el individuo trata de enfrentar su  realidad. Una de ellas, a caso la más socorrida, es el reclamo, así muchos ante la angustia comienzan con el discurso del  tipo: es que no me reconocen, es que mi trabajo no es valorado, no me dan mi lugar. Estos individuos trasladan su responsabilidad al OTRO. En estos  casos existe  una especie de separación entre la realidad  exterior y la realidad psíquica del sujeto  instalado en este lugar.

Con los treinta entonces llega la conciencia de lo rápido que se han pasado los  veinte y de lo rápido que llegan los cuarenta, el tiempo de los treinta es un tiempo diferente. Ya no sólo está la pregunta de ¿a dónde he llegado? si no que el sujeto se pregunta también ¿hacia  dónde quiero ir?. Es un tiempo  lleno de preguntas, donde el individuo se cuestiona una serie de premisas en torno a la elección de carrera, de pareja, y sobre el lugar que  ocupa. La importancia de este momento yace en el replanteamiento de la vida del individuo en múltiples ámbitos. 

Ya no hay más una espera del futuro, si no una proyección hacia el futuro. Porque el sujeto se da cuenta, que solas, las cosas no llegan... Donde antes estaba esta actitud cómoda, pasiva, inmóvil; ahora está la necesidad de hacer, la certeza de que si no se hace nada, nada se obtendrá. Aparece una suerte de entendimiento de que aquello que cuesta (esfuerzo, trabajo, dedicación , tiempo, etc.) vale

También están aquellas personas que llegaron  a dónde se habían planteado que llegarían a los treinta. Se podría pensar, bueno tales individuos no  tendrán crisis, pero  vaya que sí. Porqué lo que dichos individuos se preguntan es ¿toda la vida me voy a quedar haciendo esto? Porqué quedarse  toda la vida haciendo  lo mismo, para muchos, significa una muerte simbólica.

En cualquier caso cuando el individuo se encuentra ante esta angustia de la edad y comienza a preguntarse  sobre qué hacer, suele haber dos principales desenlaces. En uno de ellos el individuo decide enfrentarse a todo esto y se dice a sí mismo: voy a  retomar los estudios, voy a  comenzar a hacer lo que me gusta, me pondré en forma, comenzaré a ir a terapia, aprenderé tal o cual cosa, me voy a apropiar de mi vida, y comienza a hacerlo. Y la segunda opción es una regresión, un adoptar una actitud infantil, un querer ser como alguien  más joven de quien en realidad se es.

Esta transición lleva al sujeto (o puede llevarlo, según las herramientas con las que se cuente y dependiendo de la forma en que dicha angustia se resuelva) de tener un lugar  en el mundo, dado por lo que se posee, por lo que se puede mostrar a los otros, por el auto que se conduce, el smartphone que se traiga; a tener dicho lugar con base en las elecciones que el individuo hace en su vida. En esta etapa, cuando se escoge el camino de la creación, el individuo requiere de una cantidad de energía particular, de compromiso para  con este nuevo camino elegido.

Así el sujeto tiene que empezar a pensarse como adulto, es decir, hacerse de un lugar en el mundo. Cuando  el individuo entra en movimiento, es cuando empiezan a surgir una serie de  resistencias, los discursos  históricos de cada sujeto, el preguntarse qué les gusta en realidad, replantearse si la elección de carrera fue la correcta, si la pareja es la correcta, etc.

Pero esta angustia no es toda  negativa, están los reproches que llevan al individuo a  cuestionarse por qué no hizo tal o cual cosa antes, por qué no planeó, por qué no aprovechó tal o cual circunstancia, pero al mismo tiempo, es el deseo  de evitar toda esta angustia lo que le da energía al sujeto para comenzar  y continuar  haciendo los cambios y ajustes en su  vida que le son pertinentes.

Al final es decisión de cada sujeto elegir que camino se desea seguir, si desea perseguir su deseo y  hacer el esfuerzo y las  renuncias pertinentes o si escoge el camino de la inacción y la involución a un ser infantilizado. Es el momento de elegir el tipo de  vida, que cada uno quiere, es el tiempo de construir un sentido de  vida.


Jacob Ortega

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