V.I.P

El otro día mientras esperaba un corte de cabello, y hojeaba distraído entre las revistas de chismes de farándula (lectura-gusto, culposo de todos los que vamos a la peluquería) , veía el periódico de días anteriores y me preguntaba por qué tardaría tanto en cortarle el cabello al señor, siendo que tenia tan poco y que seguía viendo se igual, me encontré con el siguiente articulo, mismo que luego decidí pedirle a la estilista para poder trascribir en este mundo digital.

Nuestro país ha sido carcomido por el ridículo y ofensivo fenómeno "VIP" sin que nadie se oponga, ni las au­toridades ni la ciudadanía. Hay áreas VIP en cines, donde te pueden servir alimentos en tu acolchonado asiento separado del "pueblo", áreas en discote­cas, en restaurantes y hasta en balnearios, co­mo en El Rollo... Esto, sin tomar en cuenta la proliferación de espacios televisivos que usan esas chocantes siglas. Que no son nuevas. Un conocido restaurante abierto hace más de tres décadas recibe ese nombre: "Vip's".

"VIP" son las iníciales de Very Important People, en inglés, que traducido significa: "Per­sonas muy importantes". No tendría nada de particular que existieran personas muy impor­tantes, de no ser porque el hecho de que unas sean calificadas así, implica automáticamen­te que otras no son importantes. Y si hay quienes no son importantes, surgen dudas. ¿Por qué razones unas sí son y otras no? ¿Qué las hace ser tan importantes? El hecho es que estas distinciones con criterios absurdos no sólo resultan algo inmoral, poco ético, inhu­mano, sino, además, totalmente anticonstitu­cional. Lo peor es que se haya hecho habitual el "tratamiento VIP" en lugares federales, co­mo el aeropuerto internacional Benito Juárez, así como en antros y restaurantes.

Veamos.

Llamo a American Airlines, al 52 09 14 00.

-¿Sí? Le atiende Mará.

-Hola. Quiero viajar como VIP -le digo.

-Primero tendría que obtener el estatus de VIP -me explica-. Lo obtiene ganando mi­llas. Quien vuela 25 mil millas en un año ca­lendario se convierte en "Gold", en "Platinum" con 50 mil millas, y en "Executive Platinum" con 100 mil millas. Una vez que las tenga, ya puede hacer uso de nuestras instalaciones. Si no, no...

-Pero yo soy una celebridad... -le espeto.

-¿Una celebridad?... Perdón, ¿de qué ám­bito?

-De la vida...

-¿Tiene membrecía con nosotros? ¿Gusta empezar ahora a ganar millas?

Fin de la llamada.

Evidentemente es un criterio comercial, mo­netario, lo que te convierte en VIP para esa lí­nea aérea. Y el criterio se repite en todos la­dos, lo cual es inaceptable.

Insistentemente en la televisión de es­pectáculos se habla de las atenciones es­peciales que reciben las celebridades de todo el mundo, llámese París Hilton, Brit-ney Spears o algún hip hopero enriqueci­do. Recuerdo una entrevista con Jennifer López en VHi. Le preguntaban qué era lo mejor de ser famosa. Con una sonrisa res­pondía que lo máximo era "el tratamien­to VIP" dispensado en restaurantes y en todos lados, ese trato de exclusividad sólo para gente millonaria y popular.

Llamo al aeropuerto de la ciudad de México.

-Buenas tardes, le atiende Miriam.

-¿Tienen servicio VIP?

-¡Sí, claro! Tenemos el Salón Centu­rión, es para los que tienen tarjeta Ame­rican Express...

-¿Y qué hay que hacer para entrar ahí?

-Hablar con las aerolíneas, ser viaje­ro frecuente o de negocios.

-¿Y si se es una celebridad?

-Le dan un trato especial, le dan un lu­gar, pero tiene que pasar los filtros de se­guridad y la aduana.

El sabio maestro Ernesto de la Peña, experto en historia y conocedor del deve­nir social del país, tiene su opinión. Para él, la cuestión VIP "consiste en un crite­rio gringo, que para variar hemos copia­do en México". Cree que no es bueno que debamos aceptarlo, pero "lo que uno diga no les importa a los directores de los ae­ropuertos". Sin embargo, para De la Pe­ña puede haber excepciones de trato. Pone de ejemplo a jefes de Estado, a funciona­rios internacionales, dignatarios eclesiás­ticos. Pero en el fondo lo VIP es "una se­ñal de nuestros tiempos, donde lo único que importa es el número de ceros en la cuenta bancaria, algo nada favorable. Creo que todos los seres humanos somos igua­les aunque seamos distintos".

Las razones sicosociales que han he­cho posible el fenómeno VIP son expli­cadas por el coordinador de la carrera de sicología y doctor en ciencias humanas Iván Rodríguez Preciado, del ITESO en Guadalajara.

"Esto se origina en cierto tipo de ser­vicio especial para gente que podía pa­garlo, como servicios de lujo en trenes, aviones y autobuses de primera clase".

La palabra no es nueva, pero se pone de moda, con los programas de Big Brother. Para el académico "la discriminación que implica es tonta por donde quiera que se vea, porque no hay argumentos que jus­tifiquen una disgregación así".

Sin embargo, se burla: "no es una pro­puesta del Opus Dei, sino que opera desde que en la disco no te dejan entrar con te­nis, en las escuelas que tienen uniforme, y la Constitución no habla de eso".

Detrás de toda esa actitud sólo está "una ausencia de identidad genuina, de que co­mo persona vales independientemente de coches, marcas, peinados". Y ejemplifica: "Si vas en un BMW no te paran, pero si vas en un coche normal sí, porque no tie­nes esta aura de popular o poderoso".

El "trato VIP" está fuera de lo legal. Hablo con el doctor en leyes Raúl Carran­ca. "De entrada es discriminatorio. Desde luego depende, según el caso, pero siem­pre vulnera el contenido del artículo pri­mero, que prohibe toda discriminación y especifica por la condición social, en el párrafo tercero".

Carranca coincide con De la Peña en que hay justas excepciones:

"Si llega el Papa, o un jefe de Estado, un premio Nobel, bueno. Pero si llega un diputado o ministro de la Suprema Cor­te, y en el aeropuerto se le da un whisky o un café, es discriminatorio".

EL ORIGEN LEGAL

Para el experto constitucionalista, el ori­gen de lo VIP es sencillo: "La barbería": hacer la barba. "Si eres senador o diputa­do, ven para acá, te vamos a tener el laca-yismo, la inclinación de la cerviz".

En muchos establecimientos, le comen­to, han puesto un letrero con la leyenda de "Aquí no se discrimina a nadie por razo­nes de raza, orientación sexual, clase so­cial". Sí, responde, eso es el resultado de la demagogia foxista, ingenua, porque aunque pregonen que a todos nos traten igual, no es cierto, se conserva este trato odioso en el aeropuerto y otros sitios. Y narra una anécdota:

"Yo he visto las letras del VIP en la escalera del aeropuerto; un día iba cami­nando con mi amigo, un ministro jubi­lado y lo pasaron por otra puerta, y a mí no. Les tienen concesiones".

-¿Qué diferencia hay entre el fuero y lo VIP?

-Son cosas distintas; el fuero no exis­te: en el artículo 13 constitucional dice que nadie podrá gozar de fuero. Creen que lo tienen, pero nadie lo tiene. Lo VIP es ilegal.

-¿Ante qué instancia puede uno que­jarse de esa discriminación, doctor?

-Ante Derechos Humanos, y cabe la posibilidad de un amparo... que sería com­plicado, nada de pronto y expedito.

Llamo a Derechos Humanos del DF, donde me explican que no tienen mu­cho que ver con el asunto. Me encausan al Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación (Conapred) y lla­mo porque creo que sí tienen algo que ver con la discriminación.

El sociólogo Servando Gutiérrez, de la UAM Iztapalapa, me dice que defi­nitivamente existe el fenómeno VIP y puede describirse en términos de selec­cionar a la gente en cuanto a su solven­cia económica, lo cual es plenamente dis­criminatorio.

"Esto se ve en los aviones, donde tie­nen secciones, la primera es súper VIP, la de enmedio es VIP y luego está la econó­mica, así que hay una separación, y quien tiene más dinero tiene mejor lugar, mejor comida y mejor trato".

Y señala que el gobierno maneja un doble discurso al promover por un lado la igualdad ante la ley, y por otro lado, tole­rar el surgimiento y la expansión de la dis­criminación VIP. "El VIP, dicho de ma­nera concreta, es quien tiene dinero, es la celebridad. Está pensada en ubicar lo más selecto, en términos monetarios".

Llamo finalmente al Conapred. Ellos, tan apurados como siempre por registrar los casos de discriminación, actúan así:

Marco al 52 62 14 90, extensión 1592, con Silvia Záyago, quien atiende a los me­dios de comunicación.

-Déjame ver quién te lo puede con­testar, yo te hablo al ratito... porque no soy experta...

-No hay que ser experto para contes­tar este punto, porque es algo muy po­pular ¿no?

-Yo te hablo...

Y hasta ahora sigo esperando su lla­mada. Gracias por su ayuda.

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