Demos
Demo estaba muerto y todo el peso de esa ineludible realidad se encontraba contenido en escasas dos líneas de un vulgar mensaje de texto, que sin embargo no dejaba lugar a dudas sobre cesación de la existencia de Demo. Uno no puede evitar preguntarse ante estas circunstancias si las cosas hubiesen sido distintas en caso de no haber interferido.
Hacia ya mas de un mes que su estado de salud era delicado, sin embargo por indiferencia o falta de tiempo nadie en la casa había notado estos cambios que gradualmente se iban acentuando es su figura. Cada vez mas su caminar era cansado sin energía, la perdida de peso dejaba ver la ferocidad del mal que le afectaba, sus ojos una vez grandes y alegres, ahora lucían apagados y tristes.
Cuando los síntomas se hicieron tan evidentes que ya nadie pudo ignorarlos, ya sea por el cambio de humor o por que pasaba todo el día dormido en la cama, la familia decidió que era necesario hacer algo. La llamada al doctor era exasperante, el teléfono sonaba una y otras vez y no había respuesta al otro lado del auricular. En esos días, otras cosas parecían más importantes, así que el asunto quedo en el olvido otra vez por un par de semanas más.
Su estado de salud no empeoro entonces, estaba flaco y cansado la mayor parte del tiempo y los huesos se le notaban al respirar. Un martes finalmente y sin sita previa, mi hermano y Demos llegaron al consultorio para ser atendidos por el doctor. Como era de esperarse hubo que esperar un tiempo a ser atendidos.
La juventud del doctor, nunca nos hizo dudar sin embargo de lo acertado de sus diagnósticos, era un hombre amable y calido, aunque reservado al mismo tiempo. Les informo que los síntomas eran confusos y no deseaba emitir un diagnostico apresurado sin antes hacer algunas pruebas de laboratorio.
Cuando esa misma tarde mi hermano me hablo de la necesidad de dichas pruebas, yo no pude dejar de pensar en el funesto presagio que se escondía tras la reticencia galeno a emitir un diagnostico sin antes poder confírmalo mediante la ayuda de dichos exámenes.
Sin embargo señalo que su estado de salud era delicado y que aunque había que esperar por los resultados de la prueba, había que considerar la posibilidad de una lenta recuperación o la confirmación de sus sospechas sobre el origen viral de la enfermedad .
Demos paso la noche hospitalizado y a la mañana siguiente volvió a casa, su semblante mostró cambios favorables con el pasar de los siguientes días. Volvió a comer a sus horas y lentamente recupero un poco de peso. Cuando al fin llegaron los resultados, el espacio de la duda, que es el mismo en el que habita la negación que en tantas ocasiones da origen a la esperanza, desapareció.
Estaba enfermo, necesitaba tratamiento y sus posibilidades de una recuperación total eran limitadas, a pesar de esto su aspecto recordaba aquellos buenos días, cuando nadie sospechaba nada de ninguna enfermedad.
El domingo pasado cuando buscaba algo que comer en el refrigerador, note que la leche se había agriado y el resto de la comida parecía no tener sabor, de cualquier modo comí algo, mas por la inercia de alimentarme que por el placer que normalmente me produce la comida. Estuve la mayor parte del día en el departamento, deambulando de la sala al estudio y del estudio a mi cuarto.
Su mensaje era simple y de algún modo quizá también era esperado, media hora después comenzó a llover. El gato que un día llego a vivir a casa de mis padres, sin que nadie lo invitara y sin entender bien como llego hasta ahí, ahora esta muerto, ya nadie duerme toda la mañana sobre el sofá de la sala, ni juega a perseguir insectos por toda la casa.
J.
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