sin completar...
Ignacio patea el balón hasta el otro lado de la calle, trae sus mismos tenis viejos y ese short deslavado que usa cada domingo. El medio día se refleja en el parabrisas de un auto a la distancia, apenas comienza el verano y hace ya mucho calor en la ciudad.
Ignacio va camino al parque, esta cruzando la calle, mira a su lado derecho y de pronto el mundo entero se detiene, es tan sólo un instante, pero parece durar por siempre. Su cuerpo cae inerte al lado de la banqueta, todo recupera su movimiento, el auto sigue su camino a toda prisa. Ignacio esta muerto.
La alarma suena, son las cinco de la mañana, he vuelto a tener el mismo sueño otra vez. Me levanto de la cama y me dirijo al baño, pienso en ese domingo cuando mi padre me dijo que ya no podría ver mas a mi amigo, siento el agua correr bajo mis pies, me pregunto cómo habrían sido las cosas si Ignacio no hubiese muerto, - supongo que no muy diferentes -, al fin termino de bañarme, desayuno y me dirijo a mi trabajo.
Dudo que las cosas hubiesen sido diferentes, es inútil pensar al respecto de cualquier modo. Hace una semana mientras arreglaba algunos libros viejos encontré una fotografía suya perdida entre las hojas, de no haber sido así quizá no habría vuelto a pensar en el hasta que otra fortuita casualidad lo trajera a mi mente, pero desde ese día he soñado con el al menos un par de veces.
Entonces nunca habría pensado que lo que pasaba entre Ignacio y yo era algo normal, por el contrario siempre me incliné a pensar que yo no era un niño normal y que tampoco era normal lo que pasaba entre nosotros dos. Solía creer que los niños no jugaban con otros niños como Ignacio y yo lo hacíamos.
Los juegos sexuales, tocarnos cuando estábamos desnudos, ser gays, todo eso era cosa de adultos, los niños –pensaba yo- no son gays, eso pasa cuando uno crece. Por otra parte, recuerdo la ansiedad que me causaba no tener con quien hablar sobre lo que me ocurría, después de todo siempre había algo que muy en el fondo me decía que mis juegos con Ignacio no era algo de lo que pudiera hablar con otros amigos o con mis padres. Por desgracia pronto descubrí que tampoco era algo de lo que pudiera hablar con Ignacio.
Lo que sucedía entre nosotros era algo con lo que ambos estábamos de acuerdo, pero de lo que él no parecía estar interesado en hablar. Recuerdo que cuando le sugerí la posibilidad de que fuese homosexual, respondió con un rotundo NO. A mi me gustan las niñas –me dijo- y yo temiendo que si insistía no volviese a querer jugar ya mas conmigo, decidí guardarme mis preguntas y limitarme a buscarlo cada vez que mis padres salieran de casa y me dejaran solo en ella.
No puedo recordar con precisión cómo empezaron las cosas, pero supongo que todo fue por un juego en la escuela que paulatinamente se fue convirtiendo sólo en un juego entre el y yo. Ignacio vivía a pocas calles de mi casa y por un tiempo cada vez que alguno de los dos se quedaba solo en casa, buscaba al otro con el pretexto de ir a jugar. Así transcurrieron algunos años de mi infancia, hasta aquel día en que supe que no volvería a saber más de el.
Mientras corríamos, no podía despegar la mirada de su camiseta que se le ajustaba al cuerpo, húmeda por el sudor del ejercicio, cada vez que nuestras miradas se encontraban yo no podía disimular una sonrisa. Pasamos toda la maña juntos, hablando de todo, cómo dos extraños que recién comienzan a conocerse pero que hablan el uno del otro cual si hubiesen vivido juntos por muchos años.
Después de bañarnos nos despedimos para atender algunos asuntos personales y poder reunirnos de nuevo y pasar la tarde juntos, uno al lado del otro, llegó la hora de la comida, una caminata tomados de la mano y al final la ineludible despedida.
Ha llovido toda la tarde, y no he podido escribir ni una sola línea para mi trabajo final, su recuerdo se superpone a todas mis ideas, me sonríe y me abraza cada que intento comenzar a escribir. La conclusión lógica es que debo revaluar cuales son mis prioridades y actuar en consecuencia.
Las razones por las que estamos juntos no son del todo claras, pero nada ha sido claro del todo desde que nos conocimos. Podría enumerar una serie de respuestas todas muy validas desde el discurso de la lógica, sin embargo ambos tenemos la sensación de que hay algo más, un leit motive común que anida dentro del inconsciente y que apenas podemos vislumbrar en algunas ocasiones.
Carlos tiene 21 años, nos conocimos en la universidad este verano a principio de curso. El caminaba por la biblioteca mientras yo leía distraídamente un libro esperando por la siguiente clase. Cuando paso cerca de mí, de inmediato levante la vista para verlo, parecía algunos años menor que yo, varonil, de complexión fuerte; se movía por entre los pasillos como quien no sabe bien lo que busca en la biblioteca.
Cuando se dio cuenta de que yo lo miraba no me importo demasiado, mi siguiente clase estaba por comenzar así que me levante de mi asiento, guardé el libro en mi mochila y salí de ahí, mientras salía de la biblioteca note que el también me veía, aunque parecía que por razones diferentes a las mías.
No volví a saber ni pensar en él por varios días hasta ese martes cuando caminaba rumbo a la cafetería, cruzamos en direcciones opuestas y unos metros después cuando la distancia parecía segura, ambos volteamos. Intercambiamos una leve sonrisa y volvimos sobre nuestros pasos para decir hola.
Al principio no me pareció nada especial, no era sino un reforzador mas para mi ego, mientras el me hablaba de no sé que, yo me entretenía viendo sus piernas que se pegaban al short que llevaba puesto y la fuerza de sus hombros que se marcaban mientras hablaba y movía las manos.
Al cabo de un rato de la típica charla de quienes acaban de conocerse, y lamentando no poder llevar a otra dimensión el fortuito encuentro, decidí despedirme, ambos estudiábamos en la misma universidad aunque diferentes carreras, así que tras intercambiar celulares nos despedimos.
No era la primera vez que hablaba con un desconocido sólo por encontrarlo bien parecido, pero jamás, cómo pasa algunas veces en la vida, podría haber previsto la serie de eventos que un simple encuentro podría desatar.
Entonces yo tenia dos años de haber conocido a Ramiro y hasta entonces, aunque me había fijado en muchos otros hombres ninguno me había interesado tanto como Carlos, en realidad en esos dos años nunca había ido mas allá de un simple coqueteo insignificante, pero con Carlos las cosas cambiaron. Dos días después de habernos conocido fui yo quien decidió enviarle un mensaje de texto para decir: hola. La respuesta no se hizo esperar y tres mensajes después ya habíamos acordado vernos para tomar un café.
Esa primera salida fue sorpréndnete; el me pareció en todo momento tan natural, tan sin mascaras, mientras que yo por otra parte me sentía confiado, después de todo no tenia ninguna intensión real con el, así que no había por que estar nervioso. La conversación fluyo libre de temas forzados y silencios incómodos, las cosas que teníamos en común bajo otras circunstancias me habrían parecido inverosímiles, pero ahí estábamos, dos extraños conversando como si siempre hubiéramos sido amigos.
Durante la platica el dijo lo difícil que le resultaría besar a un desconocido y yo entendí su comentario como una clara advertencia de que no intentara nada por el estilo, así que al final nos despedimos sin ningún mal entendido y acordamos seguir en contacto.
Las cosas tendrían que haber terminado ahí, nada había pasado entre nosotros dos y Carlos no me había dado señal alguna de que quisiera que algo sucediera, por otro lado yo estaba en la situación menos indicada para andar iniciando romances clandestinos. Pero la verdad es que yo recordaba esa platica con mucha alegría y cuando algunos días después Carlos y yo hablamos de nuevo y el me invito a salir yo no lo pensé dos veces antes de responder que si.
Así continuamos por algunas semanas viéndonos con alguna regularidad, a veces en la escuela, otras para tomar algo o simplemente para ir a caminar. Salíamos sólo como amigos, pero al cabo de un tiempo se fue volviendo evidente que ambos estábamos interesados el uno en el otro,de un modo romántico. Yo tendría que haberle dicho desde el principio que tenia novio, pero las cosas se me habían salido de las manos y yo había comenzado a interesarme en él y obviamente no quería dejar de verlo. Sin embargo sabía claramente que era lo que debía hacer.
Al final, termine contándole la verdad de la forma más simple de todas en las que había pensado. Hacía algunas semanas que yo venia planeando un fin de semana largo para distraerme un poco del trabajo y la escuela y como era lógico pensaba salir con Ramiro, pero una tarde mientras Carlos y yo estábamos en el cine, las palabras se me escaparon de la boca y decidí invitarlo a pasar el fin de semana conmigo. Para mi sorpresa el accedió sin muchas preguntas. Por mi parte yo me disculpe con Ramiro explicándole que deseaba pasar un tiempo a solas y no hubo mayor complicación. Así fue que mientras estábamos a muchos kilómetros de la capital y mientras desayunábamos en un pequeño restauran yo le explique a Carlos que tenia dos años saliendo con alguien, pero que él, Carlos, había despertado una serie de sensaciones muy confusas pero también muy bellas en mí.
Afortunadamente no me lanzo en café en la cara, ni decidió marcharse, se limito a decir que ya que estábamos ahí para pasarla bien, procuráramos disfrutar el viaje y ya veríamos que pasaba a nuestro regreso a la ciudad. El viaje prosiguió con pocas complicaciones y mucha tensión sexual; no fue sino hasta la mañana en la que debíamos regresar a la ciudad que finalmente nos besamos, ambos estábamos muy confundidos, sabíamos lo que estaba pasando por supuesto, pero no creo que ninguno de los dos entendiese bien lo que estábamos haciendo, al final terminamos desnudos en la misma cama, su sonrisa me parecía tan hermosa y su cuerpo fuerte hacia imposible que yo viera cualquier otra cosa. Durante el viaje de regreso no hablamos al respecto, ya al llegar a la ciudad nos despedimos con un apretón de manos como había pasado hasta entonces y hablamos poco durante la siguiente semana.
Por varias semanas las cosas continuaron así, como en espera de lo que no ha sido dicho con palabras pero es por todos conocido, fueron días de mucha tensión, al cabo de un tiempo cuando nuestras salidas se volvieron de nuevo mas frecuentes, lo único que quedo mas o menos claro es que ambos queríamos seguir viéndonos.
Pero la realidad material de la situación en que Sebastián y Carlos estaban metidos no tardaría en alcanzarlos. Una tarde de julio, Carlos decidió darle una sorpresa a Sebastián e ir a buscarlo a su trabajo. Llego unos minutos antes de la hora de salida y espero pacientemente a que Sebastián saliera, pero él no era el único que había decidido ir en su búsqueda ese día.
Sebastián salió del edificio, como buscando algo o alguien, Ramiro le había llamado un par de horas antes para avisarle que pasaría por el para ir a comer. Cuando Sebastián vio a Ramiro, corrió a abrazarlo con una sonrisa en el rostro, intercambiaron un par de palabras y de inmediato abordaron un taxi. Carlos estuvo ahí para poder verlo todo con detalle. Su mente se inflamo con toda clase de pensamientos en ese momento, paso de la emoción a la tristeza en dos segundos y de ahí a la ira. No sabía que pensar, ni que decir, pero decidió que si algo tenia que hacer, eso era dejar que Sebastián se enterase que había estado ahí para él; tomo su celular y le llamó para decirle que había estado ahí y que lo había visto todo. Sebastián se vio obligado a responder con indiferencia pues a su lado estaba Ramiro hablando sobre el lugar donde irían a comer, sin embargo prometió llamarle en cuanto tuviera oportunidad.
Algunas horas después mientras Sebastián escuchaba música acostado en la alfombra de su sala, Carlos llamó y se disculpo por si es que acaso interrumpía. Por el ruido al otro lado del teléfono y la forma de hablar, Sebastián supo de inmediato, que Carlos ni estaba sólo ni estaba sobrio tampoco. Intercambiaron algunas frases y finalmente colgaron. Sebastián entonces pensó – vaya niñato con el que estoy saliendo- y creyó por un lado que al fin había encontrado el pretexto que le hacía falta para terminar de una buena vez con él; pero muy a su pesar, Sebastián también se quedo preocupado por Carlos.
Aunque intento no pensar mas en el tema, ya no pudo volver a apartarse del mundo y dedicarse a disfrutar por entero de su música, una hora mas tarde, el teléfono sonó nuevamente y Sebastián sabia que era Carlos; le contesto de inmediato. Carlos estaba no muy lejos de casa de Sebastián y se preguntaba si podrían verse, aunque de inmediato se corrigió para decir que mejor se iba a su casa y que se verían luego. Sebastián muy molesto, pero ansiando ver a Carlos, respondió de inmediato que sí y le dijo mas en tono de orden que de petición, que se quedara dónde estaba y que enseguida estaría ahí.
Por su puesto no fue un encuentro agradable, cuando Sebastián llegó, Carlos aun olía a alcohol y se expresaba sin mucha claridad. Sebastián lo invito a tomar un café a alguna parte, pero Carlos se rehusó, al final, decidieron ir a caminar por la ciudad. Después de un rato de caminar mucho y hablar poco, Carlos fue recuperando sus cinco sentidos lentamente. Por supuesto lo que había sucedido unas horas antes entre Sebastián y Ramiro, había sido el detonador de esta situación. Hablaron sobre como se sentían con toda la situación en general, lo que pensaban, lo que creían y las pocas pero muy pesadas cosas que también sabían. Al acercarse la noche se despidieron, cada uno volvió a su hogar con su propio mundo de ideas y cada quien con sus demonios para hacerle compañía durante la noche.
II
David tenía veintitrés años cuando conoció a Carlos, fue una noche de noviembre mientras David veía la tarde pasar y Carlos caminaba solo por la ciudad. Fue algo común, pero no por ello menos inesperado. Carlos acababa de cumplir veinte años algunos días antes y ese día todo había salido muy mal, la escuela no andaba nada bien, la situación con su familia se había vuelto aun mas tensa y el dolor por su ultima relación todavía aparecía en su día a día de vez en cuando.
Cuando David vio pasar a Carlos, vestido con sus jeans no muy ajustados, converse y un suéter, no le presto demasiada atención, aunque encontró algo de tierno en su persona, un par de horas mas tarde sin embargo, cuando lo vio caminando de nuevo por la misma calle, con la luz del día apunto de extinguirse y una carita un poco triste, se sintió aturdido.
Carlos entro a un establecimiento a pocos metros de dónde estaba sentado David y salió unos instantes después con un refresco en la mano, se sentó en una banca sobre el camellón y entonces escucho la voz de David que le decía: -hola. Carlos regreso el saludo de forma desganada, pero al mirar el rostro de David le pareció encontrar en su sonrisa algo de sinceridad. David se presento entonces y le pregunto a Carlos por su nombre y si podía hacerle compañía, este respondió que si, y comenzaron a platicar. Al poco tiempo David le dijo que estaba con unos amigos a pocas cuadras de ahí, pero que de pronto había tenido la necesidad de salir, -así sin razón aparente-, a tomar un poco de aire y que ahora debía regresar con ellos antes de que empezaran a preocuparse por él. Carlos se extraño un poco cuando David entonces le pregunto si quería acompañarlo, pero pensó que a estas alturas no tenía mucho que perder, además David parecía una buena persona, así que finalmente decidió acompañarlo.
Cuando estuvo con sus amigos David hizo las presentaciones, sin dar demasiados detalles de dónde conocía a Carlos; al poco rato todos conversaban con familiaridad y hablaban de gustos en común, un par de horas después de comer David invitó a todos a su departamento para jugar videojuegos y beber unas cervezas. Cuando David y Carlos se conocieron, este le contó que esa tarde había discutido con su familia y que no se sentía precisamente bienvenido en casa, al menos por el momento.
David veía a Carlos desde el sofá, mientras este jugaba animosamente videojuegos con uno de sus amigos, le parecía tan tierno, tan diferente a tantas otras personas que había conocido en el pasado. Las cosas suceden de forma extraña en la vida de las personas, esta vez, a David le pareció que había encontrado en Carlos a alguien que sin saberlo realmente, siempre había estado buscando. Las palabras se le escaparon de la boca sin realmente pensar en lo que estaba a punto de hacer, ahí estaban los dos, Carlos y David, David y Carlos un par de desconocidos hasta hace unas cuantas horas, ahora uno frente al otro en el frio espacio de la cocina de David y este diciéndole con total naturalidad, si le gustaría quedarse a dormir esta noche en su casa.
Carlos no supo que decir, lo cierto es que no quería volver a su casa, por no decir que en realidad no tenia bien a bien a donde volver, tampoco tenía a donde más ir, pero simplemente no le parecía lógico pasar la noche en casa de un desconocido, por mejor parecido que este fuera, y por lo terrible que parecieran las otras opciones. Al final Carlos se quedo sin responder, volvieron a la sala y se quedaron jugando ahí por varias horas hasta que el día termino de oscurecerse, el aire se hizo frío y las luces de la ciudad comenzaron a aparecer como gotas luminosas que se extendían por todo el horizonte.
Las cosas transcurrían de un modo muy extraño para Carlos y David esa noche, para cuando Carlos se dio cuenta estaban en el auto de David recorriendo la ciudad para llevar a uno de los amigos de este a su propia casa. Al final se quedaron los dos solos en el auto, recorrían la avenida reforma sin ningún destino aparente. Carlos no sabía que decir o que hacer. Podía quizá indicarle el camino a casa de sus padres, o pedirle que lo dejara en alguna calle transitada donde pudiera tomar un taxi; al final todo fue más sencillo que eso. El auto se encamino de regreso al departamento de David y en esta serie de sucesos que se precedían de una forma tal que Carlos apenas podía comprender lo que estaba pasando, de repente David le ofrecía ropa para dormir y mantas para acostarle en el sillón de la sala.
Paso la mayor parte de la noche en vela, viendo la tele a ratos, pensando en su situación por momentos, quedándose dormido por minutos y volviendo a despertase con la sensación de que nada era del todo real. A la mañana siguiente se levanto, desayunó junto con David y se alisto para verse con unos compañeros de la escuela.
Todo seguía pareciéndole extraño, un desconocido, de pronto le había ofrecido no sólo su amistad y un lugar dónde pasar la noche, sino que además no había intentado nada extraño durante la noche. David le dijo que le llamaría por la tarde, se despidieron y la tarde transcurrió llena de pensamientos complejos.
Hacia algunos meses la mejor amiga de Carlos había fallecido en un accidente de carretera en un viaje al cual por casualidad Carlos no había podido asistir y hoy estaba reunido con sus amigos para asistir a una misa en su memoria, por otra parte no sabía dónde iba pasar la noche ya que no había hablado con sus padres desde que se peleo con ellos y la tristeza por no estar más con su novio aun le aguijoneaba con el recuerdo.
Todas las dificultades que la vida podía tener, parecían estar coincidiendo todas en el mismo tiempo y lugar, y es que esa es la naturaleza de los malos tiempos, siempre dan la apariencia de que todas las malas noticias se acumulan una sobre otra y que es a uno mismo a quien le pasan todas las cosas malas, cómo si no hubiese suficientes personas entre quien repartirlas.
A media tarde llamó David, le preguntó donde se encontraba y ofreció pasar por el, después fueron a comer y entonces lo invito a quedarse en su apartamento de nuevo, a lo que Carlos respondió que no. Al final de la comida se subieron al auto y comenzaron a dar vueltas por la ciudad, conforme oscurecía la realidad se planto con todo su peso; Carlos no tenía a donde ir, pero tampoco pretendía retractarse de sus palabras. Los dos regresaron juntos al departamento y esa noche Carlos tampoco pudo dormir, acostado en el sofá, en la casa de alguien que cada vez parecía menos desconocido y a quien lentamente y sin saber bien por qué iba sintiendo más cercano.
David salió por la mañana rumbo a su trabajo y dejo a Carlos, -quien finalmente se había quedado dormido-, solo en su departamento. David por supuesto nunca pensó que sería capaz de hacer algo así, pero en el fondo sabía que no corría ningún peligro. Horas después llamó al celular de su nuevo huésped para despertarlo y hacerle saber que había comida en el refrigerador.
Así transcurrió una semana entera Carlos y David; salían casi todas las tardes, jugaban videojuegos hasta tarde y pasaban largas horas platicando. Para el fin de semana, durmieron juntos. Durante la semana Carlos tuvo ocasión de hablar con sus padres y las cosas al fin parecían comenzar a mejorar.
David abrazaba a Carlos y así pasaban toda la noche, Carlos se sentía bien, pero en el fondo aun pensaba en Luis, sabía que era tiempo de decir algo. La misma tarde que él se alistaba para anunciar su despedida, David le propuso quedarse a vivir con él; podría conseguirle un empleo y así ambos podrían vivir juntos. Carlos le explicó su situación. Esa noche llovió mientras dormían abrazados, Carlos se despertó con la lluvia, se acurruco entre los brazo de David y volvió a dormirse, en la mañana, regresó a su casa.
De algún modo la vida de Carlos y David quedaría entrelazada después de esa semana, de esos encuentros, de las sonrisas intercambiadas y las noches hablando juntos. Para David, Carlos significaba la diferencia que siempre había buscado, un compañero con quien poder compartir su vida, que comprendiera las cosas que eran importantes para él y jugara videojuegos hasta la media noche. Para Carlos las cosas no eran distintas, en su momento más solitario y sin siquiera buscarlo, se había encontrado de pronto con alguien que lo quería, autentico, tierno y quien parecía ofrecerle algo real.
Para David este era el kayros, no hacía falta explicación, ni preguntas por hacerse, sólo existía esa convicción absoluta de que lo que se hace es lo correcto y no hay lugar a dudas que así debe pasar, para Carlos por otra parte los tiempos eran inciertos aun, delante suyo se encontraba la posibilidad de alguien con quien tenía todo en común, y a pesar de ello no pensaba que este fuera el momento para comenzar algo al lado de David.
III
Sebastián como ocurría muchas veces al principio, había llamado con apenas media hora de anticipación para decir que el plan de esa tarde con Carlos se cancelaba; Sebastián tenia que salir con Ramiro y aunque honestamente le apenaba, no podía hacer otra cosa. En esos momento Carlos se reclamaba a si mismo.¿Qué hacia ahí, al lado de alguien así, cando podía salir con otras tantas personas que estaban dispuestas a darle toda su atención, sin cancelaciones de ultimo momento, sin secretos y sobre todo sin limitaciones.?
Pero nuestra permanencia al lado de las personas con las que decidimos de modo conciente o inconciente compartir nuestra vida, no es enteramente fortuita. Cuando no es movida por la inercia de la costumbre, como en el caso de las parejas que llevan largos años uno al lado del otro y que lenta, pero constantemente se han ido alienando del resto del mundo y de ellos mismos, al punto tal que pasan sus noches cenando uno frente al otro, ya sin hablar, tan sólo viendo la televisión o hablando sólo de las vicisitudes del trabajo sin saber bien a bien que los mantiene juntos. Es movida entonces por una causa totalmente distinta, es esa atracción que se manifiesta de el uno al otro por una suerte de magnetismo que surge de la locura que comparten mutuamente, ese reconocimiento en el OTRO tanto de las bondades, como de la enfermedad que habitan en si mismos.
Así que como Sebastián había cancelado de improviso, Carlos decidió llamarle a David para salir a cenar, pero no sin antes llamarle a Sebastián y avisarle mas movido por un deseo oscuro que por amabilidad, que no estaría disponible por que saldría con algunos amigos. Sebastián no podía si no leer un acto de venganza en estas llamadas, en parte por que quizá el habría hecho lo mismo si estuviera en la posición de Carlos, pero el corazón de este no era tan sombrío y aunque esa intención si existía en el fondo, no era nunca la razón principal de sus funestas llamadas.
El tiempo trascurre inclementemente para todos los seres vivos, transcurre también con la misma perseverancia sobre los seres inanimados pero para estos nunca suele tener importancia, el tiempo es sólo importante mientras haya quien pueda tener conciencia del mismo. Sebastián solía tener este tipo de ocurrencias, y las tenia ahora mientras celebraba su tercer aniversario con Ramiro. Pensaba en los momentos que habían pasado juntos, los lugares que habían visitado, cada frase que podía recordar, las horas enteras transcurridas con todos sus minutos.
Pero existía un pensamiento que le inquietaba aun más que el paso del tiempo, y que tenía que ver con la dirección, con el sentido. Hacia donde se dirigía todo eso que Sebastián estaba viviendo, existía alguna razón para vivirlo, tenia alguna meta, un propósito o sólo era una sucesión de eventos que lenta pero seguramente se habían ido acomodando uno de tras de otro. La primera vez que había estado con Carlos, los cumpleaños al lado de Ramiro, navidad en casa de sus padres, el levantarse todos los días para ir a la escuela, las visitas semanales al psicoanalista, las mañanas que despertó al lado de Carlos, al lado de Ramiro y las muchas otras que despertó sólo; todo eso conducía a alguna dirección, tenia sentido o sólo estaba pasando indefectiblemente frente a los ojos de Sebastián sin que este pudiera hacer nada para detenerlo.
Era sábado y Ramiro traía puesto el suéter gris que Sebastián le había regalado, el otoño estaba cerca y los días empezaban a adquirir ese extraño color que antecede al invierno, la luz se reflejaba diferente a través de las hojas de los árboles, cuando ellos dos caminaban en dirección al restaurante que Ramiro había escogido para celebrar. Fue una tarde agradable y los dos hablaron mucho y recordaron las muchas cosas que habían vivido juntos.
Ramiro parecía tener una absoluta certeza del futuro, hablaba confiado del futuro como si fuese un hecho inequívoco que los dos iban a seguir juntos. Sebastián siempre quiso entender ese sentimiento, esa absoluta certeza y convicción en los eventos del porvenir, y que tantas veces había discutido en consulta sin nunca llegar a estar seguro de que el Dr. Aurelio comprendiera las profundas sensaciones que esta idea despertaba en Sebastián y que este no alcanzaba abarcar con palabras.
Sin embargo Sebastián si estaba seguro de algo, no tenia ninguna intención de terminar con Ramiro y tampoco pensaba dejar de ver a Carlos, los vínculos que lo unían a ambos eran ya muy fuertes ya y aunque por motivos diferentes de igual valor para el. Cuando todo esto había comenzado la idea de tomar una decisión respecto a que hacer con ellos, estaba en su mente día y noche, pero con forme el tiempo paso, se dio cuenta que en realidad no quería tomar una decisión, pretendía llevar esto al mayor limite al que pudiera conducirlo, estaba decidido a estar con ambos, a pesar de entender las complejidades que esto traía consigo.
Sebastian esta hablando ahora con el Dr. Aurelio, este es apenas seis o siete años mayor que Carlos y tras muchas sesiones parece que al fin comienza a entender que es lo que dice Sebastian en el mundo de ideas a veces inconexas a veces pensadas hasta el cansancio que dos veces por semana, Sebastian va a relatar en su consultorio. Su consultorio es un lugar pequeño, pero bien iluminado y Sebastian se entretiene cada semana buscando los detalles que han cambiado desde la última consulta. Al llegar hecha un rápido vistazo para ver que libro esta leyendo el doctor y al salir, le divierte ver con indiscreción al próximo paciente, que se apresura a caminar pegado a una de las paredes del pasillo, como si ya antes de entrar al consultorio fuese desnudo y no le gustara ser visto por otros que como el, asisten semana tras semana a contarle las profundidades y simplezas de su vida a un perfecto desconocido.
Le esta contando lo inseguro que se sintió cuando Carlos le contó que saldría por la noche con un nuevo amigo de la universidad de nombre Omar y que al parecer se ha vuelto muy cercano a Carlos. Sebastián les explica que la única razón de su inseguridad es saber que Omar puede estar de tiempo completo para Carlos y que él por otro lado no puede. La conversación se desvía después hacia otros temas hasta que finalmente la sesión ha terminado. Es curioso como las palabras se entrelazan unas con otras llevando los monólogos de quien se encuentra recostado en el diván a juntar los temas mas di símbolos y como ese, que se hace llamar psicoanalista se empeña en relacionarlos cuando no tienen relación y busca otras veces hablar de dos cosas como si fueran distintas, cuando son en realidad la misma, todo depende por supuesto de aquel quien habla y de lo que eso que se este hablando signifique para él mismo.
Carlos esta por terminar la universidad en dos meses, hoy le he preguntado que quiere como regalo de graduación y no me ha respondido, pronto serán ya dos años desde que comenzamos a salir, la mayoría de sus amigos en la universidad saben que salgo con él, pero no todos saben que salgo con alguien mas, con el tiempo nos hemos dados cuenta que así es mas sencillo. Las explicaciones a terceros, sólo tienden a volver las cosas más difíciles. Ramiro ha ido a visitar a su familia a Guadalajara y no volverá sino hasta dentro de dos semanas. Procuro hablar con el todas los días después del trabajo, mañana espero poder pasar todo el día con Carlos como solíamos hacerlo, hablando de todo y de nada, tomando un baño juntos, desayunando y recorriendo las calles al atardecer.
Prácticamente es fin de año y Sebastián esta en el consultorio al que ha asistido dos veces por semana desde hace dos años ya, aun sigue hablando de su vida al lado de Ramiro y Carlos, de sus no-planes y del porvenir, pero ahora ya no habla con angustia respecto al futuro. Y aun se divierte con las ocurrencias de su analista quien parece que al fin comienza a conocerlo.
Ignacio va camino al parque, esta cruzando la calle, mira a su lado derecho y de pronto el mundo entero se detiene, es tan sólo un instante, pero parece durar por siempre. Su cuerpo cae inerte al lado de la banqueta, todo recupera su movimiento, el auto sigue su camino a toda prisa. Ignacio esta muerto.
La alarma suena, son las cinco de la mañana, he vuelto a tener el mismo sueño otra vez. Me levanto de la cama y me dirijo al baño, pienso en ese domingo cuando mi padre me dijo que ya no podría ver mas a mi amigo, siento el agua correr bajo mis pies, me pregunto cómo habrían sido las cosas si Ignacio no hubiese muerto, - supongo que no muy diferentes -, al fin termino de bañarme, desayuno y me dirijo a mi trabajo.
Dudo que las cosas hubiesen sido diferentes, es inútil pensar al respecto de cualquier modo. Hace una semana mientras arreglaba algunos libros viejos encontré una fotografía suya perdida entre las hojas, de no haber sido así quizá no habría vuelto a pensar en el hasta que otra fortuita casualidad lo trajera a mi mente, pero desde ese día he soñado con el al menos un par de veces.
Entonces nunca habría pensado que lo que pasaba entre Ignacio y yo era algo normal, por el contrario siempre me incliné a pensar que yo no era un niño normal y que tampoco era normal lo que pasaba entre nosotros dos. Solía creer que los niños no jugaban con otros niños como Ignacio y yo lo hacíamos.
Los juegos sexuales, tocarnos cuando estábamos desnudos, ser gays, todo eso era cosa de adultos, los niños –pensaba yo- no son gays, eso pasa cuando uno crece. Por otra parte, recuerdo la ansiedad que me causaba no tener con quien hablar sobre lo que me ocurría, después de todo siempre había algo que muy en el fondo me decía que mis juegos con Ignacio no era algo de lo que pudiera hablar con otros amigos o con mis padres. Por desgracia pronto descubrí que tampoco era algo de lo que pudiera hablar con Ignacio.
Lo que sucedía entre nosotros era algo con lo que ambos estábamos de acuerdo, pero de lo que él no parecía estar interesado en hablar. Recuerdo que cuando le sugerí la posibilidad de que fuese homosexual, respondió con un rotundo NO. A mi me gustan las niñas –me dijo- y yo temiendo que si insistía no volviese a querer jugar ya mas conmigo, decidí guardarme mis preguntas y limitarme a buscarlo cada vez que mis padres salieran de casa y me dejaran solo en ella.
No puedo recordar con precisión cómo empezaron las cosas, pero supongo que todo fue por un juego en la escuela que paulatinamente se fue convirtiendo sólo en un juego entre el y yo. Ignacio vivía a pocas calles de mi casa y por un tiempo cada vez que alguno de los dos se quedaba solo en casa, buscaba al otro con el pretexto de ir a jugar. Así transcurrieron algunos años de mi infancia, hasta aquel día en que supe que no volvería a saber más de el.
Mientras corríamos, no podía despegar la mirada de su camiseta que se le ajustaba al cuerpo, húmeda por el sudor del ejercicio, cada vez que nuestras miradas se encontraban yo no podía disimular una sonrisa. Pasamos toda la maña juntos, hablando de todo, cómo dos extraños que recién comienzan a conocerse pero que hablan el uno del otro cual si hubiesen vivido juntos por muchos años.
Después de bañarnos nos despedimos para atender algunos asuntos personales y poder reunirnos de nuevo y pasar la tarde juntos, uno al lado del otro, llegó la hora de la comida, una caminata tomados de la mano y al final la ineludible despedida.
Ha llovido toda la tarde, y no he podido escribir ni una sola línea para mi trabajo final, su recuerdo se superpone a todas mis ideas, me sonríe y me abraza cada que intento comenzar a escribir. La conclusión lógica es que debo revaluar cuales son mis prioridades y actuar en consecuencia.
Las razones por las que estamos juntos no son del todo claras, pero nada ha sido claro del todo desde que nos conocimos. Podría enumerar una serie de respuestas todas muy validas desde el discurso de la lógica, sin embargo ambos tenemos la sensación de que hay algo más, un leit motive común que anida dentro del inconsciente y que apenas podemos vislumbrar en algunas ocasiones.
Carlos tiene 21 años, nos conocimos en la universidad este verano a principio de curso. El caminaba por la biblioteca mientras yo leía distraídamente un libro esperando por la siguiente clase. Cuando paso cerca de mí, de inmediato levante la vista para verlo, parecía algunos años menor que yo, varonil, de complexión fuerte; se movía por entre los pasillos como quien no sabe bien lo que busca en la biblioteca.
Cuando se dio cuenta de que yo lo miraba no me importo demasiado, mi siguiente clase estaba por comenzar así que me levante de mi asiento, guardé el libro en mi mochila y salí de ahí, mientras salía de la biblioteca note que el también me veía, aunque parecía que por razones diferentes a las mías.
No volví a saber ni pensar en él por varios días hasta ese martes cuando caminaba rumbo a la cafetería, cruzamos en direcciones opuestas y unos metros después cuando la distancia parecía segura, ambos volteamos. Intercambiamos una leve sonrisa y volvimos sobre nuestros pasos para decir hola.
Al principio no me pareció nada especial, no era sino un reforzador mas para mi ego, mientras el me hablaba de no sé que, yo me entretenía viendo sus piernas que se pegaban al short que llevaba puesto y la fuerza de sus hombros que se marcaban mientras hablaba y movía las manos.
Al cabo de un rato de la típica charla de quienes acaban de conocerse, y lamentando no poder llevar a otra dimensión el fortuito encuentro, decidí despedirme, ambos estudiábamos en la misma universidad aunque diferentes carreras, así que tras intercambiar celulares nos despedimos.
No era la primera vez que hablaba con un desconocido sólo por encontrarlo bien parecido, pero jamás, cómo pasa algunas veces en la vida, podría haber previsto la serie de eventos que un simple encuentro podría desatar.
Entonces yo tenia dos años de haber conocido a Ramiro y hasta entonces, aunque me había fijado en muchos otros hombres ninguno me había interesado tanto como Carlos, en realidad en esos dos años nunca había ido mas allá de un simple coqueteo insignificante, pero con Carlos las cosas cambiaron. Dos días después de habernos conocido fui yo quien decidió enviarle un mensaje de texto para decir: hola. La respuesta no se hizo esperar y tres mensajes después ya habíamos acordado vernos para tomar un café.
Esa primera salida fue sorpréndnete; el me pareció en todo momento tan natural, tan sin mascaras, mientras que yo por otra parte me sentía confiado, después de todo no tenia ninguna intensión real con el, así que no había por que estar nervioso. La conversación fluyo libre de temas forzados y silencios incómodos, las cosas que teníamos en común bajo otras circunstancias me habrían parecido inverosímiles, pero ahí estábamos, dos extraños conversando como si siempre hubiéramos sido amigos.
Durante la platica el dijo lo difícil que le resultaría besar a un desconocido y yo entendí su comentario como una clara advertencia de que no intentara nada por el estilo, así que al final nos despedimos sin ningún mal entendido y acordamos seguir en contacto.
Las cosas tendrían que haber terminado ahí, nada había pasado entre nosotros dos y Carlos no me había dado señal alguna de que quisiera que algo sucediera, por otro lado yo estaba en la situación menos indicada para andar iniciando romances clandestinos. Pero la verdad es que yo recordaba esa platica con mucha alegría y cuando algunos días después Carlos y yo hablamos de nuevo y el me invito a salir yo no lo pensé dos veces antes de responder que si.
Así continuamos por algunas semanas viéndonos con alguna regularidad, a veces en la escuela, otras para tomar algo o simplemente para ir a caminar. Salíamos sólo como amigos, pero al cabo de un tiempo se fue volviendo evidente que ambos estábamos interesados el uno en el otro,de un modo romántico. Yo tendría que haberle dicho desde el principio que tenia novio, pero las cosas se me habían salido de las manos y yo había comenzado a interesarme en él y obviamente no quería dejar de verlo. Sin embargo sabía claramente que era lo que debía hacer.
Al final, termine contándole la verdad de la forma más simple de todas en las que había pensado. Hacía algunas semanas que yo venia planeando un fin de semana largo para distraerme un poco del trabajo y la escuela y como era lógico pensaba salir con Ramiro, pero una tarde mientras Carlos y yo estábamos en el cine, las palabras se me escaparon de la boca y decidí invitarlo a pasar el fin de semana conmigo. Para mi sorpresa el accedió sin muchas preguntas. Por mi parte yo me disculpe con Ramiro explicándole que deseaba pasar un tiempo a solas y no hubo mayor complicación. Así fue que mientras estábamos a muchos kilómetros de la capital y mientras desayunábamos en un pequeño restauran yo le explique a Carlos que tenia dos años saliendo con alguien, pero que él, Carlos, había despertado una serie de sensaciones muy confusas pero también muy bellas en mí.
Afortunadamente no me lanzo en café en la cara, ni decidió marcharse, se limito a decir que ya que estábamos ahí para pasarla bien, procuráramos disfrutar el viaje y ya veríamos que pasaba a nuestro regreso a la ciudad. El viaje prosiguió con pocas complicaciones y mucha tensión sexual; no fue sino hasta la mañana en la que debíamos regresar a la ciudad que finalmente nos besamos, ambos estábamos muy confundidos, sabíamos lo que estaba pasando por supuesto, pero no creo que ninguno de los dos entendiese bien lo que estábamos haciendo, al final terminamos desnudos en la misma cama, su sonrisa me parecía tan hermosa y su cuerpo fuerte hacia imposible que yo viera cualquier otra cosa. Durante el viaje de regreso no hablamos al respecto, ya al llegar a la ciudad nos despedimos con un apretón de manos como había pasado hasta entonces y hablamos poco durante la siguiente semana.
Por varias semanas las cosas continuaron así, como en espera de lo que no ha sido dicho con palabras pero es por todos conocido, fueron días de mucha tensión, al cabo de un tiempo cuando nuestras salidas se volvieron de nuevo mas frecuentes, lo único que quedo mas o menos claro es que ambos queríamos seguir viéndonos.
Pero la realidad material de la situación en que Sebastián y Carlos estaban metidos no tardaría en alcanzarlos. Una tarde de julio, Carlos decidió darle una sorpresa a Sebastián e ir a buscarlo a su trabajo. Llego unos minutos antes de la hora de salida y espero pacientemente a que Sebastián saliera, pero él no era el único que había decidido ir en su búsqueda ese día.
Sebastián salió del edificio, como buscando algo o alguien, Ramiro le había llamado un par de horas antes para avisarle que pasaría por el para ir a comer. Cuando Sebastián vio a Ramiro, corrió a abrazarlo con una sonrisa en el rostro, intercambiaron un par de palabras y de inmediato abordaron un taxi. Carlos estuvo ahí para poder verlo todo con detalle. Su mente se inflamo con toda clase de pensamientos en ese momento, paso de la emoción a la tristeza en dos segundos y de ahí a la ira. No sabía que pensar, ni que decir, pero decidió que si algo tenia que hacer, eso era dejar que Sebastián se enterase que había estado ahí para él; tomo su celular y le llamó para decirle que había estado ahí y que lo había visto todo. Sebastián se vio obligado a responder con indiferencia pues a su lado estaba Ramiro hablando sobre el lugar donde irían a comer, sin embargo prometió llamarle en cuanto tuviera oportunidad.
Algunas horas después mientras Sebastián escuchaba música acostado en la alfombra de su sala, Carlos llamó y se disculpo por si es que acaso interrumpía. Por el ruido al otro lado del teléfono y la forma de hablar, Sebastián supo de inmediato, que Carlos ni estaba sólo ni estaba sobrio tampoco. Intercambiaron algunas frases y finalmente colgaron. Sebastián entonces pensó – vaya niñato con el que estoy saliendo- y creyó por un lado que al fin había encontrado el pretexto que le hacía falta para terminar de una buena vez con él; pero muy a su pesar, Sebastián también se quedo preocupado por Carlos.
Aunque intento no pensar mas en el tema, ya no pudo volver a apartarse del mundo y dedicarse a disfrutar por entero de su música, una hora mas tarde, el teléfono sonó nuevamente y Sebastián sabia que era Carlos; le contesto de inmediato. Carlos estaba no muy lejos de casa de Sebastián y se preguntaba si podrían verse, aunque de inmediato se corrigió para decir que mejor se iba a su casa y que se verían luego. Sebastián muy molesto, pero ansiando ver a Carlos, respondió de inmediato que sí y le dijo mas en tono de orden que de petición, que se quedara dónde estaba y que enseguida estaría ahí.
Por su puesto no fue un encuentro agradable, cuando Sebastián llegó, Carlos aun olía a alcohol y se expresaba sin mucha claridad. Sebastián lo invito a tomar un café a alguna parte, pero Carlos se rehusó, al final, decidieron ir a caminar por la ciudad. Después de un rato de caminar mucho y hablar poco, Carlos fue recuperando sus cinco sentidos lentamente. Por supuesto lo que había sucedido unas horas antes entre Sebastián y Ramiro, había sido el detonador de esta situación. Hablaron sobre como se sentían con toda la situación en general, lo que pensaban, lo que creían y las pocas pero muy pesadas cosas que también sabían. Al acercarse la noche se despidieron, cada uno volvió a su hogar con su propio mundo de ideas y cada quien con sus demonios para hacerle compañía durante la noche.
II
David tenía veintitrés años cuando conoció a Carlos, fue una noche de noviembre mientras David veía la tarde pasar y Carlos caminaba solo por la ciudad. Fue algo común, pero no por ello menos inesperado. Carlos acababa de cumplir veinte años algunos días antes y ese día todo había salido muy mal, la escuela no andaba nada bien, la situación con su familia se había vuelto aun mas tensa y el dolor por su ultima relación todavía aparecía en su día a día de vez en cuando.
Cuando David vio pasar a Carlos, vestido con sus jeans no muy ajustados, converse y un suéter, no le presto demasiada atención, aunque encontró algo de tierno en su persona, un par de horas mas tarde sin embargo, cuando lo vio caminando de nuevo por la misma calle, con la luz del día apunto de extinguirse y una carita un poco triste, se sintió aturdido.
Carlos entro a un establecimiento a pocos metros de dónde estaba sentado David y salió unos instantes después con un refresco en la mano, se sentó en una banca sobre el camellón y entonces escucho la voz de David que le decía: -hola. Carlos regreso el saludo de forma desganada, pero al mirar el rostro de David le pareció encontrar en su sonrisa algo de sinceridad. David se presento entonces y le pregunto a Carlos por su nombre y si podía hacerle compañía, este respondió que si, y comenzaron a platicar. Al poco tiempo David le dijo que estaba con unos amigos a pocas cuadras de ahí, pero que de pronto había tenido la necesidad de salir, -así sin razón aparente-, a tomar un poco de aire y que ahora debía regresar con ellos antes de que empezaran a preocuparse por él. Carlos se extraño un poco cuando David entonces le pregunto si quería acompañarlo, pero pensó que a estas alturas no tenía mucho que perder, además David parecía una buena persona, así que finalmente decidió acompañarlo.
Cuando estuvo con sus amigos David hizo las presentaciones, sin dar demasiados detalles de dónde conocía a Carlos; al poco rato todos conversaban con familiaridad y hablaban de gustos en común, un par de horas después de comer David invitó a todos a su departamento para jugar videojuegos y beber unas cervezas. Cuando David y Carlos se conocieron, este le contó que esa tarde había discutido con su familia y que no se sentía precisamente bienvenido en casa, al menos por el momento.
David veía a Carlos desde el sofá, mientras este jugaba animosamente videojuegos con uno de sus amigos, le parecía tan tierno, tan diferente a tantas otras personas que había conocido en el pasado. Las cosas suceden de forma extraña en la vida de las personas, esta vez, a David le pareció que había encontrado en Carlos a alguien que sin saberlo realmente, siempre había estado buscando. Las palabras se le escaparon de la boca sin realmente pensar en lo que estaba a punto de hacer, ahí estaban los dos, Carlos y David, David y Carlos un par de desconocidos hasta hace unas cuantas horas, ahora uno frente al otro en el frio espacio de la cocina de David y este diciéndole con total naturalidad, si le gustaría quedarse a dormir esta noche en su casa.
Carlos no supo que decir, lo cierto es que no quería volver a su casa, por no decir que en realidad no tenia bien a bien a donde volver, tampoco tenía a donde más ir, pero simplemente no le parecía lógico pasar la noche en casa de un desconocido, por mejor parecido que este fuera, y por lo terrible que parecieran las otras opciones. Al final Carlos se quedo sin responder, volvieron a la sala y se quedaron jugando ahí por varias horas hasta que el día termino de oscurecerse, el aire se hizo frío y las luces de la ciudad comenzaron a aparecer como gotas luminosas que se extendían por todo el horizonte.
Las cosas transcurrían de un modo muy extraño para Carlos y David esa noche, para cuando Carlos se dio cuenta estaban en el auto de David recorriendo la ciudad para llevar a uno de los amigos de este a su propia casa. Al final se quedaron los dos solos en el auto, recorrían la avenida reforma sin ningún destino aparente. Carlos no sabía que decir o que hacer. Podía quizá indicarle el camino a casa de sus padres, o pedirle que lo dejara en alguna calle transitada donde pudiera tomar un taxi; al final todo fue más sencillo que eso. El auto se encamino de regreso al departamento de David y en esta serie de sucesos que se precedían de una forma tal que Carlos apenas podía comprender lo que estaba pasando, de repente David le ofrecía ropa para dormir y mantas para acostarle en el sillón de la sala.
Paso la mayor parte de la noche en vela, viendo la tele a ratos, pensando en su situación por momentos, quedándose dormido por minutos y volviendo a despertase con la sensación de que nada era del todo real. A la mañana siguiente se levanto, desayunó junto con David y se alisto para verse con unos compañeros de la escuela.
Todo seguía pareciéndole extraño, un desconocido, de pronto le había ofrecido no sólo su amistad y un lugar dónde pasar la noche, sino que además no había intentado nada extraño durante la noche. David le dijo que le llamaría por la tarde, se despidieron y la tarde transcurrió llena de pensamientos complejos.
Hacia algunos meses la mejor amiga de Carlos había fallecido en un accidente de carretera en un viaje al cual por casualidad Carlos no había podido asistir y hoy estaba reunido con sus amigos para asistir a una misa en su memoria, por otra parte no sabía dónde iba pasar la noche ya que no había hablado con sus padres desde que se peleo con ellos y la tristeza por no estar más con su novio aun le aguijoneaba con el recuerdo.
Todas las dificultades que la vida podía tener, parecían estar coincidiendo todas en el mismo tiempo y lugar, y es que esa es la naturaleza de los malos tiempos, siempre dan la apariencia de que todas las malas noticias se acumulan una sobre otra y que es a uno mismo a quien le pasan todas las cosas malas, cómo si no hubiese suficientes personas entre quien repartirlas.
A media tarde llamó David, le preguntó donde se encontraba y ofreció pasar por el, después fueron a comer y entonces lo invito a quedarse en su apartamento de nuevo, a lo que Carlos respondió que no. Al final de la comida se subieron al auto y comenzaron a dar vueltas por la ciudad, conforme oscurecía la realidad se planto con todo su peso; Carlos no tenía a donde ir, pero tampoco pretendía retractarse de sus palabras. Los dos regresaron juntos al departamento y esa noche Carlos tampoco pudo dormir, acostado en el sofá, en la casa de alguien que cada vez parecía menos desconocido y a quien lentamente y sin saber bien por qué iba sintiendo más cercano.
David salió por la mañana rumbo a su trabajo y dejo a Carlos, -quien finalmente se había quedado dormido-, solo en su departamento. David por supuesto nunca pensó que sería capaz de hacer algo así, pero en el fondo sabía que no corría ningún peligro. Horas después llamó al celular de su nuevo huésped para despertarlo y hacerle saber que había comida en el refrigerador.
Así transcurrió una semana entera Carlos y David; salían casi todas las tardes, jugaban videojuegos hasta tarde y pasaban largas horas platicando. Para el fin de semana, durmieron juntos. Durante la semana Carlos tuvo ocasión de hablar con sus padres y las cosas al fin parecían comenzar a mejorar.
David abrazaba a Carlos y así pasaban toda la noche, Carlos se sentía bien, pero en el fondo aun pensaba en Luis, sabía que era tiempo de decir algo. La misma tarde que él se alistaba para anunciar su despedida, David le propuso quedarse a vivir con él; podría conseguirle un empleo y así ambos podrían vivir juntos. Carlos le explicó su situación. Esa noche llovió mientras dormían abrazados, Carlos se despertó con la lluvia, se acurruco entre los brazo de David y volvió a dormirse, en la mañana, regresó a su casa.
De algún modo la vida de Carlos y David quedaría entrelazada después de esa semana, de esos encuentros, de las sonrisas intercambiadas y las noches hablando juntos. Para David, Carlos significaba la diferencia que siempre había buscado, un compañero con quien poder compartir su vida, que comprendiera las cosas que eran importantes para él y jugara videojuegos hasta la media noche. Para Carlos las cosas no eran distintas, en su momento más solitario y sin siquiera buscarlo, se había encontrado de pronto con alguien que lo quería, autentico, tierno y quien parecía ofrecerle algo real.
Para David este era el kayros, no hacía falta explicación, ni preguntas por hacerse, sólo existía esa convicción absoluta de que lo que se hace es lo correcto y no hay lugar a dudas que así debe pasar, para Carlos por otra parte los tiempos eran inciertos aun, delante suyo se encontraba la posibilidad de alguien con quien tenía todo en común, y a pesar de ello no pensaba que este fuera el momento para comenzar algo al lado de David.
III
Sebastián como ocurría muchas veces al principio, había llamado con apenas media hora de anticipación para decir que el plan de esa tarde con Carlos se cancelaba; Sebastián tenia que salir con Ramiro y aunque honestamente le apenaba, no podía hacer otra cosa. En esos momento Carlos se reclamaba a si mismo.¿Qué hacia ahí, al lado de alguien así, cando podía salir con otras tantas personas que estaban dispuestas a darle toda su atención, sin cancelaciones de ultimo momento, sin secretos y sobre todo sin limitaciones.?
Pero nuestra permanencia al lado de las personas con las que decidimos de modo conciente o inconciente compartir nuestra vida, no es enteramente fortuita. Cuando no es movida por la inercia de la costumbre, como en el caso de las parejas que llevan largos años uno al lado del otro y que lenta, pero constantemente se han ido alienando del resto del mundo y de ellos mismos, al punto tal que pasan sus noches cenando uno frente al otro, ya sin hablar, tan sólo viendo la televisión o hablando sólo de las vicisitudes del trabajo sin saber bien a bien que los mantiene juntos. Es movida entonces por una causa totalmente distinta, es esa atracción que se manifiesta de el uno al otro por una suerte de magnetismo que surge de la locura que comparten mutuamente, ese reconocimiento en el OTRO tanto de las bondades, como de la enfermedad que habitan en si mismos.
Así que como Sebastián había cancelado de improviso, Carlos decidió llamarle a David para salir a cenar, pero no sin antes llamarle a Sebastián y avisarle mas movido por un deseo oscuro que por amabilidad, que no estaría disponible por que saldría con algunos amigos. Sebastián no podía si no leer un acto de venganza en estas llamadas, en parte por que quizá el habría hecho lo mismo si estuviera en la posición de Carlos, pero el corazón de este no era tan sombrío y aunque esa intención si existía en el fondo, no era nunca la razón principal de sus funestas llamadas.
El tiempo trascurre inclementemente para todos los seres vivos, transcurre también con la misma perseverancia sobre los seres inanimados pero para estos nunca suele tener importancia, el tiempo es sólo importante mientras haya quien pueda tener conciencia del mismo. Sebastián solía tener este tipo de ocurrencias, y las tenia ahora mientras celebraba su tercer aniversario con Ramiro. Pensaba en los momentos que habían pasado juntos, los lugares que habían visitado, cada frase que podía recordar, las horas enteras transcurridas con todos sus minutos.
Pero existía un pensamiento que le inquietaba aun más que el paso del tiempo, y que tenía que ver con la dirección, con el sentido. Hacia donde se dirigía todo eso que Sebastián estaba viviendo, existía alguna razón para vivirlo, tenia alguna meta, un propósito o sólo era una sucesión de eventos que lenta pero seguramente se habían ido acomodando uno de tras de otro. La primera vez que había estado con Carlos, los cumpleaños al lado de Ramiro, navidad en casa de sus padres, el levantarse todos los días para ir a la escuela, las visitas semanales al psicoanalista, las mañanas que despertó al lado de Carlos, al lado de Ramiro y las muchas otras que despertó sólo; todo eso conducía a alguna dirección, tenia sentido o sólo estaba pasando indefectiblemente frente a los ojos de Sebastián sin que este pudiera hacer nada para detenerlo.
Era sábado y Ramiro traía puesto el suéter gris que Sebastián le había regalado, el otoño estaba cerca y los días empezaban a adquirir ese extraño color que antecede al invierno, la luz se reflejaba diferente a través de las hojas de los árboles, cuando ellos dos caminaban en dirección al restaurante que Ramiro había escogido para celebrar. Fue una tarde agradable y los dos hablaron mucho y recordaron las muchas cosas que habían vivido juntos.
Ramiro parecía tener una absoluta certeza del futuro, hablaba confiado del futuro como si fuese un hecho inequívoco que los dos iban a seguir juntos. Sebastián siempre quiso entender ese sentimiento, esa absoluta certeza y convicción en los eventos del porvenir, y que tantas veces había discutido en consulta sin nunca llegar a estar seguro de que el Dr. Aurelio comprendiera las profundas sensaciones que esta idea despertaba en Sebastián y que este no alcanzaba abarcar con palabras.
Sin embargo Sebastián si estaba seguro de algo, no tenia ninguna intención de terminar con Ramiro y tampoco pensaba dejar de ver a Carlos, los vínculos que lo unían a ambos eran ya muy fuertes ya y aunque por motivos diferentes de igual valor para el. Cuando todo esto había comenzado la idea de tomar una decisión respecto a que hacer con ellos, estaba en su mente día y noche, pero con forme el tiempo paso, se dio cuenta que en realidad no quería tomar una decisión, pretendía llevar esto al mayor limite al que pudiera conducirlo, estaba decidido a estar con ambos, a pesar de entender las complejidades que esto traía consigo.
Sebastian esta hablando ahora con el Dr. Aurelio, este es apenas seis o siete años mayor que Carlos y tras muchas sesiones parece que al fin comienza a entender que es lo que dice Sebastian en el mundo de ideas a veces inconexas a veces pensadas hasta el cansancio que dos veces por semana, Sebastian va a relatar en su consultorio. Su consultorio es un lugar pequeño, pero bien iluminado y Sebastian se entretiene cada semana buscando los detalles que han cambiado desde la última consulta. Al llegar hecha un rápido vistazo para ver que libro esta leyendo el doctor y al salir, le divierte ver con indiscreción al próximo paciente, que se apresura a caminar pegado a una de las paredes del pasillo, como si ya antes de entrar al consultorio fuese desnudo y no le gustara ser visto por otros que como el, asisten semana tras semana a contarle las profundidades y simplezas de su vida a un perfecto desconocido.
Le esta contando lo inseguro que se sintió cuando Carlos le contó que saldría por la noche con un nuevo amigo de la universidad de nombre Omar y que al parecer se ha vuelto muy cercano a Carlos. Sebastián les explica que la única razón de su inseguridad es saber que Omar puede estar de tiempo completo para Carlos y que él por otro lado no puede. La conversación se desvía después hacia otros temas hasta que finalmente la sesión ha terminado. Es curioso como las palabras se entrelazan unas con otras llevando los monólogos de quien se encuentra recostado en el diván a juntar los temas mas di símbolos y como ese, que se hace llamar psicoanalista se empeña en relacionarlos cuando no tienen relación y busca otras veces hablar de dos cosas como si fueran distintas, cuando son en realidad la misma, todo depende por supuesto de aquel quien habla y de lo que eso que se este hablando signifique para él mismo.
Carlos esta por terminar la universidad en dos meses, hoy le he preguntado que quiere como regalo de graduación y no me ha respondido, pronto serán ya dos años desde que comenzamos a salir, la mayoría de sus amigos en la universidad saben que salgo con él, pero no todos saben que salgo con alguien mas, con el tiempo nos hemos dados cuenta que así es mas sencillo. Las explicaciones a terceros, sólo tienden a volver las cosas más difíciles. Ramiro ha ido a visitar a su familia a Guadalajara y no volverá sino hasta dentro de dos semanas. Procuro hablar con el todas los días después del trabajo, mañana espero poder pasar todo el día con Carlos como solíamos hacerlo, hablando de todo y de nada, tomando un baño juntos, desayunando y recorriendo las calles al atardecer.
Prácticamente es fin de año y Sebastián esta en el consultorio al que ha asistido dos veces por semana desde hace dos años ya, aun sigue hablando de su vida al lado de Ramiro y Carlos, de sus no-planes y del porvenir, pero ahora ya no habla con angustia respecto al futuro. Y aun se divierte con las ocurrencias de su analista quien parece que al fin comienza a conocerlo.
Jacob.
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