A la mitad del mundo

"Sentía gran respeto por todas las reglas del buen 
comportamiento, las cuales exigían que se festejaran sólo las 
llegadas y que no se observaran las separaciones. Habría sido 
tan incorrecto por parte de Asiak y Ernenek despedirse, como 
por parte de ella mostrar que se daba cuenta de que aquellos 
partían."  País de las sombras largas

Al final no encontré las palabras correctas, me decidí  borrar todo lo que había escrito y  permitirme escribir lo que  mis  manos fueran  plasmando sobre el teclado.  Pensé pues que unas cuantas lineas  simples y sinceras, quizá podrían comunicar mas que  mi embrollado escrito principal.

Hace algunos meses, apareció en la esquina de mi casa un nuevo  vecino. En cuanto lo vi desde la  ventana de mi casa, que da  directo a su jardín, sentí gran curiosidad. Luego unos días después cuando me lo encontré de regreso de la tienda, las manos se me pusieron frías y  se me subieron los colores a la cara. Yo tengo ya  casi  veintisiete  años y el apenas tiene  diecinueve. No tarde  en enterarme  gracias al tendero que  se llama  A y que esta aquí  acompañando a su  papá quien vino de  negocios.

En todo  caso,  no puse mas atención al incidente, pero  cada que me asomaba por la tarde y lo  veía atónito leyendo en el  jardín, había algo que me cautivaba. Hace  dos meses  mientras  caminaba por el parque cerca de mi casa  lo vi  sentado en el pasto jugando distraído con su celular.  Y como no iba a ir a hablarle a un desconocido , de quien sabe que tema que no se me  pasaba por la cabeza, pero   estaba  intrigado con su contemplación, fui hasta el café frente al parque, me pedí un expreso doble cortado, tome el periódico y me puse  a leerlo; eso si, no sin dejar de  voltear a  verle.

Quiso pues la  casualidad del clima de  verano, el sol de medía tarde y  los treinta  grados que alcanzó ese martes  la ciudad de Guayaquil , que le dieran ganas de entra a pedir algo de tomar al mismo establecimiento dónde estaba  yo, tomando café. Y luego, a través de lo que fue la suma de   382  casualidades (según he podido  calcular), fue a  tropezar directamente  contra mi periódico, tirándolo al suelo, junto con una libreta que  llevaba el en su mano y que yo no había notado antes.

Se requirieron de  treinta y dos casualidades más, para que fuera yo a levantar  su libreta y el mi periódico y que al momento de intercambiarlos, ambos decidiéramos sonreírnos. Yo alcance a articular alguna linea  idiota respecto al accidente y  el se disculpo por el mismo y continuo con su camino. 

Dos días después a apenas  tres o cuatro cuadras de ahí , sucedería  nuestro encuentro  definitivo, uno  tan  afortunado, y tan sentenciado por los hados al mismo tiempo, que  hoy todavía sigo tratando de  entenderlo.  Estaba  yo leyendo los  precios de las  frutas en el mercado local, cuando una   voz desconocida  me hizo voltear. Era el, que estaba a escasos centímetros detrás de mi y me había reconocido. Y con su naturalidad, esa  naturalidad prístina que sólo se puede tener a su edad, me había dicho "hola".

Nos presentamos, quedó  establecido quienes eramos y que hacíamos en ese lugar. -Comprar naranjas- ¿qué mas podía hacer uno en medio del planeta  a las  once y medía en un día  regular de marzo?. Le ofrecí una  y el la aceptó, le  quitó la piel con avidez y le encajo los  dientes. Unas  gotas se escurrieron por la comisura de sus labios y parecían oro liquido al contraste de su piel clara. 

A partir de ese día y por un espacio de tiempo que  me pareció el de una vida, pero no fue si no sólo unos meses, nuestras vidas se entre cruzaron. Descubrí que le gustaba  la literatura, la música de todos tipos, que tenía un gusto por la modernidad que yo apenas podía entender y  un espíritu joven con el que era  sencillo hablar. Jugamos ajedrez, reíamos, le vi llorar un par de veces y le abrí mi corazón para que el también pudiera  ver a través de mi.  Me enseño a jugar videojuegos y le regalé  una docena de libros.  Amaba ver con que pasión sus ojos se perdían entre las palabras y  su mente  iba  dibujando paisajes espectaculares . Pasamos varías tardes en el cine  y hasta lo invité a mi casa a ver televisión.

Regresó un día y me dijo que el trabajo de su padre había terminado  ya en Guayaquil, partían la semana siguiente  rumbo a Bogota y  luego a México. Mi destino no era tan diferente, estaría quince días mas en  Guayaquil, para despues  viajar a Quito  y de ahí partir hacia  Venezuela por tiempo indeterminado. Al día siguiente después de regresar de cenar, ya que su papá no volvería si no hasta muy entrada la noche, aprovechamos para estar un poco mas de tiempo  juntos y  lo invite a mi casa a ver una película. Hablamos  durante todo el film, de las cosas que habíamos hablado antes, de nuestra diferencia de edades, de nuestras vidas, nuestras familias, de aquellos a quienes habíamos amado. Lo  tenía abrazado, con su cabeza sobre mi pecho y  me di cuenta que se había quedado dormido. Me sentí conmovido.... Todo había sido tan bueno,tan bello, tan natural y se terminaba de pronto. Le  bese la mejilla. No sé si se dio cuenta o si seguía dormido.  

Camino a su casa lo abrace de nuevo. Le regalé el cuento que había escrito para el y un par de libros para su viaje. Su sonrisa trajo paz a mi mente intranquila. De repente  las palabras de Saint -Exupéry cobraron sentido. Solo en medio del ecuador dos seres humanos nacidos en el mismo lugar podrían haberse encontrado y vivir lo que  vivimos, en el espacio de una vida que dura un sólo instante.

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