Dame fuerzas, que estoy muriendo por irlo a buscar
“Dices que fui yo, y no fui yo. Que nunca te amé de verdad, qué rabia me da. Diste tu versión, pero olvidaste, que me soltaste cuando más necesitaba aferrarme...Oh, yo sé que en ese escenario igual jugué mi papel”.
"Dificil olvidarte estando aquí, te quiero ver, aún te amo, creo que hasta más que ayer"
Y otra vez llegó el jueves y como cada jueves en punto de las dos me senté en la mano, esa mano gigante que está en parque España,ahí había caminado muchas veces cuando llegué a vivir a México, buscando los muchos animales de piedra que hay entre los andadores, cerca de las fuentes, en esa mano, bastante fea por cierto, construída en honor a Lázaro Cardenas también me senté en muchas otras ocasiones cuando estaba en la universidad y no tenía dinero para salir los sábado, me iba a sentar ahí con un montón de copias de los libros que no podía pagar pero que tenía que estudiar. Ese jueves me volví a instalar ahí esperando que nadie pasara cerca a esa hora y se diera cuenta del ritual que estaba por celebrar, todo lo que quería era pasar lo más desapercibido posible, que me dejaran estar solo, consumiendo la vida de mi dispositivo en un esfuerzo por conservar mi propia existencia; mejor consumir la batería del teléfono que consumirme yo, mejor consumir otras sustancias que a mí mismo. Consumir sustancias porque estoy desprovisto de sustancia, porque estoy vacío.
Había caminado por casi dos horas hasta llegar al parque, ese día no tenía juntas, ni cosas por entregar, ni nada pendiente por la mañana. La última canción que escuché era la misma que había estado escuchando obsesivamente por los últimos meses, esas líneas: Knowing what we both know now. Could've made it work somehow me taladraban la cabeza todo el tiempo.
Y es que esa sola frase abre la posibilidad a la reflexión ya muchas veces explorada por otras personas en relación a las decisiones que tomamos y si estas se verían o no afectadas por otros saberes. Si supiéramos lo que sabemos ahora ¿podríamos hacer que funcione? Y si lo sabemos ya, entonces ¿por qué no intentarlo?, ¿y si lo volvemos a intentar?. Él no quiere volver a intentarlo, es más, ya ni siquiera quiere que estemo uno en la vida del otro.
Encontré un lugar donde sentarme, me acomodé los audífonos y le di clic a ese link que me esperaba desde hace dos o tres días en la conversación de Whatsapp con la Dra. Dorantes, ese link que con su sola presencia significa que hay una parte de mi vida que es cada vez más insostenible, que representa en bien poquitos caracteres todas mis faltas, mis debilidades, lo monstruoso que soy aunque la Dra. Dorantes pregunte una y otra vez por qué digo eso de mí mismo y yo no sepa cómo explicarme. En esa cita semanal lo que veo es la materialización de todo eso que intento arrancarme a diario, la creencia de no poder ser amado por quien soy, de estar broken beyond repair y el trabajo que supone disimularlo lo más que se pueda, para intentar conservar los vínculos que aún me quedan y que, pienso yo, si me vieran tal como soy, seguro no se la pensarían dos veces en salir de ahí.
Qué rara es la psicoterapia a distancia, es la misma pero es otra, es un lugar que se inserta en el espacio material que el consultante escoja, siempre y cuando no haya mucho ruido y sí una conexión estable a internet. Ahora la modernidad le permite a uno hablar de sus alegrías, dolores, miedos, fortunas e inmundicias desde la comodidad de casa, sentado en una banquita en cualquier parque tranquilo, en medio del bosque, en el estacionamiento o entre los lavaderos en una azotea. Para mí el lugar para hablar de todo eso, era un parque en medio de la colonia Condesa, sentado al lado de una escultura fea, pero llena de bellos recuerdos.
¿Cómo te resultó el ejercicio que propusimos para esta sesión?, me dice una vez superados esos mecánicos saludos iniciales que la cortesía obliga. Una parte fue muy sencilla y otra no creo poder hacerla, ni siquiera entiendo bien para qué me estás pidiendo que haga esto.
La semana pasada y ante mis monotemáticas conversaciones, la Dra Dorantes u Ofe (como yo le digo de cariño sin que ella sepa) me recomendó escribir una lista de las cosas positivas que puedo ver en mí, de las cosas buenas que hay en Germán y también sobre los motivos que me llevaron a decidir lo que decidí y los que me tienen aquí desde hace ya varios meses. ¿Jaramillo, por qué no comienzas hablando de lo tuyo?, me dice la muy desvergonzada, ¿para qué quiere que le diga yo esas cosas?, ¿de dónde se le ocurren estas dinámicas?, ¿las vio en la universidad o en un programa de Oprah? Mejor empiezo con Germán.
Germán tiene una memoria prodigiosa, se acuerda de muchos detalles de su infancia y del presente, memoriza cosas a toda velocidad y además tiene una manera de relatarlas como si te estuviera contando un cuento. Una vez me platicó que de niño había una iniciativa de los museos para que los visitaras y cada que ibas a uno te daban una estampita o un sellito (yo no me acuerdo porque yo no soy memorioso) y uno los iba coleccionado en una especie de libretita como prueba de que ya se había visitado ese museo. Yo no puedo contarlo igual de bonito, en primera porque a mí no me pasó y en segunda porque no sé contar las cosas como él lo hace. Es muy bueno con los idiomas, me acuerdo una vez cuando estábamos tomando una clase de inglés avanzado juntos, el profesor nos enseñó una lista de frases idiomáticas de lo más complejas y luego de repetirlas un par de veces él ya se las había aprendido todas, en esa clase como era frecuente en la vida, el profesor terminó tirándole la onda.
Germán tiene un talento para caerle bien a la gente y además para gustarle a los hombres, debe ser por esa sonrisa tan bonita suya o por sus ojos redondos y profundos: se parecen a los de su madre. A veces hace de comer y esos días a uno le dan ganas de estar en casa y de repetir plato una y hasta dos veces, siempre me hace pensar en Como agua para chocolate o en Chocolat con esa capacidad suya de dar confort a través de lo que prepara, es como si pusiera un poquito de él en cada comida, pero no se pierde a sí mismo al cocinar, sino que por el contrario se multiplica, existe en cada plato que prepara, en cada postre, en los taquitos, en los ratones que su mamá le enseñó a preparar y en esa tinga tan rica que me prepara a veces (que me preparaba, debería decir) .
Por él aprendí a comer naranjas a media tarde, comer naranjas ¿se imagina? Es todo un ritual, las lava una por una y luego las lleva a la mesa, las pone sobre una tablita de madera, de esas que se usan para picar la fruta, en casa hay dos tablitas una para la fruta y otra para las cosas saladas. Cuando ya está sentado en la mesa con las naranjas en la tablita de cortar, toma un cuchillo pequeño para partirlas por la mitad, lo hace con mucha habilidad, con cuidado, el cuchillo atraviesa la piel de las naranjas y con este simple acto el comedor se perfuma con un aroma delicioso y después las rodea lentamente, y una vez abiertas comienza a devorar su interior con la mayor destreza y sensualidad, es como ver una escena de El perfume, porque aunque unas gotas escurren por la comisura de sus labios (me gusta decir: comisura de los labios) en realidad nunca se ensucia, se puede comer una o dos naranjas y luego voltea las cáscaras y continua con ese fino proceso que consiste en consumir el interior hasta dejar unas cáscaras perfectas. Antes de conocerlo, yo raras veces comía naranjas, normalmente las usaba sólo para hacer jugo. Estar a su lado significa conocer un nuevo mundo, es una invitación a vivir aventuras, a ver el mundo con ojos más tiernos y más agudos de los que yo puedo tener. Lo amo.
Y sobre todo es el más valiente, tiene una voz que sabe hacerse oír, que se da a respetar, que da confianza. No es que hablé fuerte o que grite, sólo que conoce las palabras indicadas, el momento para decirlas, el tono correcto, el volumen. Aún recuerdo el día que me enseñó a tener voz ¿puedes creerlo Ofelia? Yo con cuarenta años y sin saber alzar la voz, bueno pues ese día aprendí que estaba bien decir que no. Es curioso que alguien que me dio algo tan importante, tan simbólico, también me haya quitado el sueño tantas veces, me haya hecho estar en vela sin saber dónde estaba, si estaba bien. Él no sabe, pero muchas veces le tomaba la mano para darme fuerza antes de decir yo algo que me daba miedo decir y cuando no estaba cerca, me recordaba ese día y decía ¿cómo le haría Germán? y ya con eso me volvía la voz.
Ya pasaron quince minutos desde que inició la sesión y preferiría quedarme hablando de Germán en vez de tener que hablar de mí. Y si te cuento del peluche que le compré cuando fui a verlo al hospital o de lo afortunado que me sentí por verlo antes de entrar yo a cirugía, esa vez me la pasé hablando con el doctor y con mi compañero de cama sobre él, estaba muy drogado por la anestesia y le conté mis fantasías sobre el futuro, de las ganas que tenía de casarme con él (yo nunca me había querido casar con ninguno de mis exes), del anillo mamador que quería regalarle, hasta lo guarde en mi lista de favoritos en el buscador me iba a costar mes y medio de sueldo, del montón de veces que quise convencerlo de hacer planes para vivir en otro estado (aunque en realidad él nunca quiso). El vato que estaba en la cama junto a mí también tenía novio y también le acababan de sacar el apéndice, sólo que su novio no había podido ir a estar con él porque tenía que trabajar. Boy, I felt lucky that day!
Bueno, Jaramillo, me interrumpe mientras yo me dispongo a contar anécdotas, cuéntame qué escribiste sobre ti. ¿Jaramillo? Qué chistosa forma de llamarse, la verdad es que me llamo Daniel, ese fue el nombre que me pusieron al nacer en memoria u honor (o alguna ocurrencia por el estilo) de mi bisabuelo paterno y así me dicen todos en casa de mis padres, pero cuando entré a la secundaria todo cambió. El profesor de matemáticas se equivocó al pasar mi nombre a su lista de asistencia e invirtió mis apellidos, aunque la confusión se aclaró rápidamente, a partir de ese día él y todos mis compañeros empezaron a llamarme así. En ese entonces no sabía porque me gustaba tanto que me dijeran así, era como tener un nombre especial, uno para cuando estaba fuera de casa, uno que había podido escoger yo, aunque hubiera sido en realidad un accidente. Para cuando entré a la universidad y me vine a vivir a Ciudad de México se convirtió en algo político, era una forma de darle existencia y voz (sí, esa misma que yo no tengo) a mi madre, una especie de restitución por todos los oprobios (oprobios, qué absurda soy a veces, pero es que las inseguridades hacen que uno recorra a estas fórmulas para intentar ser tomado en serio) de vivir al lado de mi padre, por todas las veces que se tuvo que quedar callada cuando mi papá la manspleineaba y le gritaba. También me lo quedé para “castigarlo”, es mi forma de decirle, sin decirle, que lo que él quiera a mí no me importa, aunque me haga sentir muy complacido cada que aprueba una de mis decisiones.
Bueno, Jaramillo, me interrumpe mientras yo me dispongo a contar anécdotas, cuéntame qué escribiste sobre ti… Sí,sí, sí ya voy. Pues lo mío es ser agradable, sé agradar a las personas aunque sea algo que sólo puedo sostener por unos pocos momentos, ya sé que tú dices que considere las relaciones a largo plazo que tengo, pero es que esas relaciones no me ven a diario y como dice Alejandro, cuando uno está frente a los medios, expuesto todo el tiempo, los defectos de uno se ven mucho más grandes, ya no son pequeñas imperfecciones sino que se ven como tremendas fallas de carácter y yo creo que eso es lo que pasa conmigo. Si se convive conmigo poco tiempo, puedo ser agradable, pero a la larga soy intolerable.
También soy leal, cuando quiero a alguien, ya sean amigues o pareja, estoy dispuesto a jugarme el todo por el todo, no hay medias tintas en ese respecto. Si tú llamas a las tres de la mañana, seguro te voy a contestar; si quieres que sea tu donador no me voy echar para atrás, seguro sí me voy a acojonar, pero te voy a decir que sí. Por eso tengo poquites amigues, es que soy muy torpe y me toma tiempo ir construyendo amistades. En este punto hago una pausa y me vuelvo a preguntar cómo se sentirá Ofe de estar escuchando todo esto. Siempre me he preguntado qué piensan mis terapeutas de mí, pero esta es la primera vez que me importa menos ser un buen paciente y me importa más hacer algo con todo esto que me está pasando.
Ufff, ya llevo veinte minutos y veo la batería del celular y la hora en la parte superior de la pantalla. Si estuviéramos en el consultorio, ese consultorio tan bonito lleno de chingaderitas donde posar la vista, con esos ventanales enormes, tan limpio, tan espacioso, si estuviéramos ahí en este momento estaría muy incómodo de no saber qué hora es, ni cuánto tiempo se ha consumido de la sesión y dudando entre si sacar o no mi celular para consultar la hora. No vaya ser que no sea el paciente ideal y mi terapeuta se enoje conmigo. No sabes lo mal que me siento de pensar que decepcioné a Germán, que le fallé, que no supe escucharlo, amarlo como él quería ser amado. Él también fue un cabrón conmigo muchas veces, se pasó de culero, pero yo no puedo sino pensar que yo también fui un culero con él. ¿Te acuerdas Ofelia que antes ni groserías decía en sesión?, ¿qué pinche jodido estoy no?
En la oficina cuando estoy escribiendo, cuando tengo que hacer comunicados, mandar minutas o memorandos, ser claro me es muy sencillo. Es que me vale madres que me quieran o no en la oficina, no necesito caerles bien, sólo necesito que reconozcan que sé hacer bien mi trabajo y eso es sencillo, sólo tengo que hacer bien mi trabajo. ¿Ofelia, tú crees que si supiera ser claro las cosas serían distintas entre Germán y yo?, ¿tú crees que si le hubiera dicho, cabrón, es que no quiero que te mueras porque si te mueres me voy a tener que morir yo también y no me quiero morir, si le hubiera dicho eso, eso habría sido comunicación efectiva?, ¿si le hubiera dicho que sabía que me ponía el cuerno?
¿Cómo le dices a alguien, cabrón, yo dejo de ser un puto maspleineador, neurótico, pero tú no te pases de lanza y no me veas la cara de pendejo diciendome mentiras?, ¿te acuerdas el día que me fui al pueblo y mis amigos se lo encontraron? Ese día él me acababa de decir que estaba en la casa o el día que me dijo que me saliera temprano para ir al médico. Yo nunca dejé de amarlo en todo ese tiempo, sólo se volvió difícil creer en él en algunas circunstancias y por supuesto, yo me volví cada vez más encimoso, más entrometido.
Sabes qué Ana, ayer estaba hablando con Pilar y me dijo algo que pensó sobre ella misma y lo voy a hacer mío porque pone palabras a algo que yo no sé explicar. No sé por qué no le insistí más en que fuéramos-viniéramos juntos a terapia, pero vivo preocupado de pensar que yo vengo aquí cada jueves y te cuento cosas y todas esas cosas están sesgadas y que quizá la realidad es otra y yo no sé transmitirla en su auténtica dimensión.
Treinta minutos, vale verga, paso la mitad de la sesión tratando de que esto se acabe, de dejar de estar aquí desnudo y expuesto y luego, llego a este punto y siento que me faltan días y horas para sacar todo lo que tengo en la cabezota. Ofelia, hay algo que no te he dicho que me viene pasando desde hace casi un año y es que,cómo te voy a hablar de estas cosas, qué vas a pensar de mí. ¿Te acuerdas que al principio me iba al gimnasio dos horas seguidas y que después empecé a agarrar la bici e irme cada vez más lejos? Bueno, pues un día eso ya no fue suficiente, estaba de mal humor y no quería ir al gimnasio, ni salir con nadie, ni hablar por teléfono ni nada, entonces agarré la bicicleta y me fui pedaleando sin rumbo fijo, ya lo había hecho antes aunque creo que esta vez sí que llevaba un destino, días antes había pedaleado por tlalpan y me acordé de un lugar al que Germán iba.
Qué es lo peor que puede pasar, pensé, con suerte me lo encuentro y se traduce en un pretexto más para pasar tiempo con él, no me importó ir todo sudado, ni con el pelo hecho un nido por el casco, busque la dirección en mi celular y llegué hasta metro Chabacano, no recuerdo ahora si era viernes o si era jueves, lo que sí recuerdo era que fue entre semana. Mientras me quitaba la ropa lo único que podía pensar es si estaría ahí adentro, cómo iba a reaccionar si me lo encontraba, ¿me iba a mandar a la chingada?, ¿íbamos a coger? Al final no pasó nada de lo que esperaba, estuve ahí un par de horas dando vueltas como zombi, incómodo, con frío y luego regresé a casa.
Después de ese día comencé a ir a muchos lugares de encuentro, ya sin la bicicleta, pero algo cambió y de eso tampoco te he hablado, cada vez que estaba por llegar a uno de estos lugares la ansiedad se volvía cada vez más intolerable, las ganas de verlo, la decepción de nunca encontrarlo y el CBD ya no servía para maldita la cosa, así que empecé a fumar un poco de mariguana antes de salir de mi casa. No era la primera vez que pachequeaba antes de ir a una orgía, así que me pareció que estaba bien. ¿Qué por qué no te conté? Pues no sé, no me sentía cómodo hablando contigo al respecto de eso, no quería que me juzgaras, que dijeras: pues tan en control de sí mismo, no está. Cada vez he tenido que ir fumando un poco más, es curioso cómo el cuerpo se acostumbra a las sustancias, pero no me acostumbro a las circunstancias. Bueno, tampoco es como que me drogue diario, ni nada, me molesta un poco el lugar común que suponen estas conductas, hay algo de ordinario en todo esto, que aunque imaginé que me traería comodidad, en realidad me pone en una circunstancia muy extraña.
Fíjate Ofelia, que empecé a beber porque no podía trabajar pachecho, ya sé que hay mucha gente que sí puede pero ese no es mi caso y tampoco es el punto, y la verdad es que cada vez lo estaba haciendo peor por estar pensando en encuentros ficticios todo el tiempo, por estar perdido entre recuerdos, conversaciones hipotéticas, ese dolor en el pecho que no me deja trabajar, reclamos, lágrimas, disculpas y un sin fin de cosas. Tampoco es que esté ebrio todos los días, a decir verdad nunca estoy ebrio, ni me divierte tanto beber, un par de cervezas o un poco de vino tinto hacen lo necesario para aguantar hasta las seis cuando termino, después de ahí el plan es simple, gimnasio, orgifiesta o bicicleta. A veces mis amigues me invitan a salir, mis amigos en el pueblo también me han pedido que vaya a verlos, pero no tengo ganas de nada de eso, lo único que quiero es acallar esa voz que está todo el tiempo diciendome que debí hacer esto o lo otro, que si hubiera sido de tal o cuál forma Germán habría confiado más en mí, y luego viene el reclamo, por no haberle puesto un límite, por no haber dicho sí, todas las veces que él quiso terminar conmigo, por rogarle que no se fuera.
¿Ya casi es hora cierto? No estoy seguro cuándo apareció esa sensación de querer abrirme la cabeza, pero detesto cuando sucede, a veces termino tirado en el suelo de mi casa, otras llorando en la calle como si tuviera tres años, una vez me pasó mientras me cogía a un tipo y pensaba en Germán, creo que esa fue la primera vez que cogí realmente drogado, antes sólo estaba un poco aturdido, pero ese día realmente no tenía claridad de lo que estaba haciendo. El tipo ni siquiera se dio cuenta, tampoco me habría importado si lo notaba. Hay muchas cosas que no te había contado ahora que lo pienso, llevo casi un mes tomando PEP, tengo que hacerme una prueba de VIH a finales de la otra semana (lo digo así de rápido porque no quiero hablar sobre ello). ¿Qué si no estaba tomando…? Sí, pero también lo suspendí, no sé porqué y luego pasó lo de estar drogado y olvidar tomarme las pastillas a tiempo, y el condón y fue todo un lío. Ni siquiera sé si lo olvidé o sólo no quería usarlo, yo creo que sí lo olvidé y más bien estaba demasiado aturdido. Estoy preocupado por eso, son ya muchas cosas al mismo tiempo, mira es Germán, que ya me van a correr, el PEP y la cirugía de mi padre. De la cirugía de tu papá tampoco me habías contado, me dice. Sí, ya sé, es que no sé qué hacer con eso.
Ya voy en el minuto cuarenta y siete, Ofelia me mira con cierta sorpresa, siempre ha sido muy buena para mantener un rostro apacible, uno que no me hace sentir juzgado, pero esta vez quiero que me juzgue, que se extrañe de la persona que tiene frente a ella, que no la reconozca como yo mismo no me reconozco yet I am still the same. ¿Sabes por qué te estoy contando esto?, le pregunto. Desde que se fue de la casa empecé a ver películas de terror, también empecé a escuchar la música que le gusta y a dormir abrazando una almohada. Y luego un día en la madrugada mientras veía la tele y me tomaba un tinto, me acordé de los relatos de terror en internet, esos que me ponía en la noche y que yo no quería escuchar porque me daban miedo, la diferencia es que entonces no dormía solo, si me despertaba en la madrugada con una pesadilla sólo me pegaba contra él y me volvía a quedar dormido. Ahora tampoco me gustan, me dan miedo y me hacen dormir tenso, pero se siente como si estuviera conectando con él. Me tomó un poco de tiempo recordar cómo se llamaban, en realidad no pude recordarlo, pero bastó con revisar el historial de búsqueda de Youtube hasta encontrarlos (a veces la obsesión puede tener algo de bueno). Y bueno desde ese día los escucho casi todas las noches, quizá no debería hacerlo porque sólo me ponen más ansioso.
La cosa es que desde hace unos quince o veinte días he empezado a tener pesadillas, no sé si es por beber en las noches, no sé si es porque cada día me desvelo más, quizá solo es porque me dan mucho miedo, yet no puedo dejar de oírlos. Pero las pesadillas se están volviendo cada vez más feas, sabes justo hasta ahora que te lo estoy platicando se me acaba de ocurrir que quizá es por la PEP, a veces da sueños vívidos, pero es raro porque no me pasó desde el principio. A ver si ahora que deje de tomarla se me quitan, a menos que empiece a tomar otras pastillas y entonces sí a ver cómo me las arreglo. Odio esa sensación de querer abrirme la cabeza. ¿Por qué me siento tan culpable? Es que no sabes lo horrible que es darle señas particulares de la persona que amas a la operadora de Locatel, espero que nunca tengas que saberlo. ¿Exageré?, ¿me acojonó el miedo?. Un día yo estaba por decirle que si lo intentábamos de nuevo, pero él me ganó la palabra y me dijo que así era mejor, que él quería eso y yo me quedé en silencio como imbécil
Para el minuto cincuenta Ofelia aprovecha la pausa que hago para tomar aire, clásica técnica de les terapeutas y me dice que le habría gustado que le hablara de estas cosas antes, pero que me agradece la confianza de estarlas contando ahora. Hace una pregunta extraña pero que sin duda busca explorar y saber más sobre mi consumo de sustancias y particularmente sobre las cantidades que estoy consumiendo. Yo recurro a un bonito lugar común y le hago saber que claramente está bajo control si nadie a mi alrededor se ha dado cuenta. Me parece que por algo lo estás mencionando en consulta hasta ahora y también creo que es como una bocanada de aire o una llamada de auxilio, me dice.
No me quiero morir, si es eso lo que estás tratando de averiguar, le respondo. Más bien quisiera poder ponerme en coma, ir y decirle que lo siento, que I didn’t know what I didn’t know, que nunca quise lastimarlo, que He is the one even though I may not be the one for him. ¿Te acuerdas de lo que te conté sobre el viagra hace mucho tiempo?. Nunca me atreví a contarle, lo recordé ayer mientras hablaba con un amigo. German me encontró una pastilla una vez porque la olvidé dentro del estuche de mis audífonos. Le dije cualquier tontería para no hablar del tema y él no me preguntó más al respecto, que bueno fue por no preguntar, pero la verdad es que yo seguí tomándolas casi cada vez que íbamos a coger. Él es tan hermoso, lo veo tan imponente, tan grande, que qué iba a pensar de mí si le decía que no tengo la energía física para estar a su altura.
De repente veo la esquina superior del celular, queda poquita batería, cada vez dura menos la batería en este teléfono, además hay unos niños jugando con su mamá al lado de la fuente y me siento un poco observado, veo el reloj al centro de la pantalla. ¿Te parece si ya terminamos la sesión aquí? Ya no quiero seguir hablando, me duele mucho y ya sólo quedan tres minutos de la hora.
Sabes Ofelia, esa pregunta se ha vuelto sencilla, antes cuando me decías ¿cómo te vas? buscaba una especie de resumen o corolario o hilo conductor de la sesión para hablar sobre eso. Ahora creo que me voy tal y como llegué, quizá va siendo que uno sí se baña dos veces en el mismo río. Ves, ya voy ahi otra vez con la misma cantaleta de siempre, pero es que cómo saber hasta dónde sí soy yo y hasta dónde es lo otro. Se siente como muchos hilos enredados en una misma madeja. Después de dar clic en “terminar”, mi celular vuelve a esa imagen estática que es la pantalla de inicio y yo me quedo ahí, reflejado a medias en la pantalla, absorto, contemplando al vacío, entumecido por un dolor que no atino a localizar, empty.
“Y después yo me enamoré de otro por el cual hubiera dejado el teatro y el brazo derecho arriba de una mesa…”“...Y yo lo seguí queriendo hasta hoy y eso en Montevideo todo el mundo lo sabe”China Zorrilla
J.
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